Atlántida Film Fest 2015: Primera parte

junio 9, 2015

A Girl Walks Home Alone at Night

En A Girl Walks Home Alone at Night, a diferencia de Déjame Entrar, sí que le hace falta el blanco y negro para vehicular su historia sobre el vampiro que no es tanto moderno como más bien polisémico. El lugar es la anacrónica Irán, en concreto Bad City, y allí viven los habitantes de este mundo que es casi de cómic, al estilo de Charles Burns y tantas otras novelas gráficas fantasiosas y desafectadas (produce Vice, y esto no se siente como una casualidad), que nadan mansos en ese pozo de desidia y corrupción moral, con la promiscuidad y las drogas tratadas casi como mal endémico. Y la que lleva los pantalones (en verdad el chador y diríamos mejor la capa) es aquí también la chica vampira que con su espartano lenguaje corporal y su reaccionaria forma de entender la cultura (opuesta a la de todos los que la rodean) les juzga y condena con sus acciones frugales, dosificadas con su suave ritmo para permitir nuestra inmersión sensorial y dar rienda suelta a nuestro sobreanálisis.

Porque a esta película la han tratado de neowestern, de neocuento vampiro y también de tratado feminista. Es normal caer en estas comparaciones pues a todas ellas se presta en diferentes momentos. También pueden entenderse las constantes alusiones en prensa a Stranger Than Paradise o Déjame Entrar, que aparecen como referencias ineludibles en su visionado. Pero como dijo su directora, Lily Amirpour, sus intenciones iniciales eran “al principio crear simple y llanamente una película de vampiros iraní, pero como al final no iba a ser filmada en Irán decidí que iba a tener lugar en mi propio lugar. Un lugar inventado”. Y así descubrimos que ese lugar que es el Irán del petróleo es en realidad Taft, California; y que esa directora iraní resulta haber nacido en Inglaterra y haber vivido la mayor parte de su vida en Florida; y también que ese James “Byron” Dean protagonista no es tanto de Bob Hope como de canciones persas de múltiples géneros, mientras que el gato negro y ancestral que es su lacónica protagonista prefiere la Nouvelle Vague y a White Lies.

El lugar de A Girl Walks Home está dominado por el angst y por el slow motion. Por el expresionismo que emana su fotografía. Y por la soledad, tema central de la película que se desembrolla a su manera, desde luego no para todos los públicos. Eso sí: para cuando el entretenimiento de este pequeño artefacto se agote te acordarás de su banda sonora, la maravilla oculta de este debut que, pese a sus limitaciones, ha conseguido que le pongamos a los próximos proyectos de Amirpour toda nuestra atención.

Dear White People

Mucho más evidente y política es Dear White People, más una galería de intercambios, un catálogo de conflictos raciales (con sus microagresiones, agresiones y sabotajes internos) que una película. El postobamismo se cruza con esta reificción que entra haciendo mucho ruido en el cine sobre recursos humanos autorreflexico y autoparódico y que, desde la agencia propia y con alevosía, nos muestra  el mar de contradicciones en el que cada uno de esos cuatro personajes-estereotipos se ve inmerso cuando trata de sobrevivir en el campus de una ficticia universidad de la Ivy-League. YOLO, my nagga!

Si entendemos la cultura de hoy más como mapa que como territorio habrá un claro impacto a la misma, mediante esas referencias pop de raza negra y dejando casi a un lago las de clase o género. Aunque la gran baza de Dear White People son sus escenas a la hora de plantear si la supervivencia de los afroamericanos pasa por haberse adaptado a ese oofta (adaptar tu negritud según tu público), nosejob (eliminar todo rastro) o el 100% de pureza, evidenciando que, una vez eres consciente, el ser “simplemente uno mismo” es una quimera. De agradecer también es la habilidad para plantear de forma microscópica todos y cada uno de los problemas, conflictos y daños colaterales de las actitudes a las que se enfrentan, así como declarar con honestidad que no hay una solución clara. Sátira, sí, pero no reduccionista o traidora.

Pese a todo, hablamos de una película, y no se le puede perdonar lo pobre de algunas interpretaciones, de su guión técnico y de su planificación cinematográfica, a la que se le nota enormemente el esfuerzo de sus debutantes directores Justin Simien y Adriana Serrano, no así a su pericia. La resolución de la historia principal se cierra de forma abrupta y desequilibrada, reforzando la imagen de que hablamos más de un discurso que irrumpe con rabia por la ansiedad de querer hablar de ello que de haber esperado a encontrar una manera totalmente coherente de articularlo y de evidenciar en él las políticas adecuadas. Cine adoctrinador, y no el mejor ejemplo para ello, pero sí uno muy ambicioso y acaparador y que, en unos tiempos donde pervive una inmensa cantidad de gente que piensa que el racismo terminó el día en que Obama se convirtió en Presidente de los Estados Unidos, sigue siendo un buen recurso que enseñar para cuando todo lo que quieres hacer es decir: This!

Propaganda

Algo parecido le pasa a Propaganda, aunque como ejercicio es bastante más estimulante. Por su blindaje, por la desinformación con la que nos lanzan las noticias sobre esta nación desde los medios de comunicación del bando de los aliados, Corea del Norte es un universo alternativo, y es exactamente así como Slavko Martinov lo ha retratado en propaganda. Confieso que me creí hasta el final que lo que estaba viendo podía ser, de verdad, un documental producido en tierra norcoreana, y lo que es peor de todo, que había trasladado a su imagen y discurso exactamente todas las ansiedades del mundo occidentalizado en el que vivimos los demás. Propaganda denuncia con agresividad, con esos esputos contra la modernidad que vemos en obras del estilo de Idiocracy o South Park, pero envolviendo su protesta en un artefacto formal que es en sí misma otra propaganda, aunque falsa, y que se asemeja a lo que creeríamos saldría de un país que no se guiase por las modas estilísitcas del capitalismo (o más bien a aquel que va a remolque de las mismas). Propaganda es un vídeo aleccionador de nivel de alumnos de instituto que parece realizado en los 80, con una casi naif capitulación por sus 17 temas como Propaganda, Psicósis emuladora o Reescritura de la Historia, y que como narrarían los documentales de Charles Ferguson, Ken Burns o Michael Moore desvela las evidentes villanías del sistema imperialista yanqui y que, como bien nos repiten varias veces a lo largo de la hora y media que dura la cinta, se llama ahora desde los medios de manipulación globalización.

Y casi parece que nos convertimos en criaturas mucho más receptivas a escuchar este discurso contra el status quo, aún con sus obvias desinformaciones y encuadre ideológico si el rollo nos lo sueltan esos seres que viven en un universo alternativo, aunque sepamos que en el fondo todo esto ha sido un truco hace que pierda parte de la gracia. Puede que Propaganda sirva para dejarnos claro que, por mucho que sigamos viviendo en un régimen nocivo, corrupto y con miles de fallos de los que somos responsables, por mucho que estos sigan siendo los tiempos gobernados por una usurpación del poder revulsivo de la contracultura generalizada por parte de the man, mientras siga habiendo bastiones antisistema, seguirá habiendo mentes creativas capaces de traernos una reflexión sobre aquello que nos rodea.

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