Atlántida Film Fest 2015: Segunda parte

junio 10, 2015

Buzzard

Beavis and Butthead entran en The Office para recordarnos que las cosas no han cambiado tanto desde Office Space y que todavía hay hueco para estos filmes introspectivos y sumamente cómicos. Este carroñero antisistema y provagancia lucha constantemente contra un stablishment que le quiere hacer trabajar y madurar, cosas que para él casi se sienten como una opresión sistémica que pretende anular su querida, psicópata personalidad. Mientras revende el material de oficina que previamente ha encargado y que a la empresa no le hace falta, mientras se vale de los cheques no cobrados por clientes pasotas o de la hospitalidad de un colega incauto, su protagonista se crece y vive pleno, pletórico en su exitosa supervivencia hardcore. Una pelea territorial como nerds parasitarios alfa de la zona entre Jay y Bob el Silencioso y el protagonista de Buzzard sería un chiste muy digno de verse. Pero en esta descensión hacia la mendicidad y el mayor grado de miseria material, Marty (en efecto) más se hincha como luchador, más tretas tiene que idear, más difícil se va poniendo hackear al sistema y más claro nos queda que no es tanto el mundo como el mismo tipo quien es repugnante, aunque nos sintamos totalmente identificados y representados en sus actos. Su director no le juzga, porque estas criaturas existen más allá de nuestra moral y porque, en verdad, no son el enemigo a abatir sino sólo unos encantadores outsiders a los que ha querido rendirles, como en Napoleon Dynamite o Super, otra más de esas cintas de aventuras hechas especialmente para ellos. Yo conozco a alguno, seguramente tú también.

Es el primer filme que vemos de Joel Potrykus y del que ahora, en un dúo junto a Joshua Burge, sabemos que hay detrás una trilogía de los animales donde trata estas mismas cuestiones. Buzzard tiene momentos sumamente interesantes, como un segundo acto asfixiante que se convierte en la basement movie decorada como Party Zone disfuncional, y aunque pueda resultar intrascendente, es este un cine indie americano clásico y cínico, un poco como tomarse una lata de Mountain Dew. Asombra en todo momento, nos hace reír y soñar, y a veces con esto nos basta. Lo cual también significa que no consigue despertar en nosotros el suficiente interés como para profundizar en otras obras de su director.

Dos Disparos

Hay comentarios que le hacen muy mal a la promoción de una película, y entre ellos hay que poner el haber vendido que Dos disparos era una comedia. No necesariamente porque no haya risas manifiestas durante su visionado, que a fin de cuentas en esta casa somos muy de Roy Andersson o Hitoshi Matsumoto, no por la que parece su nula voluntad de estilo, casi ni siquiera por esa espantosa voz en off que no parece apoyarse en nada más que una pobreza narrativa. No, es porque nos da la sensación de que este sexto largometraje de Martín Rejtman (de quien hay que decirlo, no hemos visto ningún trabajo anterior), Dos disparos, se gusta demasiado a sí mismo como para intentar resolver sus defectos antes de entregar lo que parece un trabajo a medias.

Y eso que tenía potencia, tan prometedor que nos parecía esa manera de cambiar el foco de lo que estamos viendo de manera orgánica como de crecerse en la ausencia de un punto de vista narrativo. Pero la película prefiere vagar amparándose en unos gags poco favorecedores (originales, sí, pero que no llenan) y apoyando la parte del carisma de la cinta en el interés que susciten en sus espectadores unos personajes que, curiosamente, son como diseñados para evitar la conexión con el espectador, a quien no le sobrevienen las sensaciones de malestar vital que se supone expresan sus personajes, sino de puro hastío. No es sólo su tono medidamente burocrático, no es la falta de una cohesión interna en este mundo más imaginario (y de denuncia) que real, es un desarrollo que no eclosiona en ningún mensaje detrás de la contemplación de una cotidianidad latosa que vaga monótona, sin interés. Es difícil extraer algo tan aburrido usando como punto de partida a un adolescente que se pega dos tiros en cabeza y pecho para después sobrevivir. Life happens. No puede darme más igual todo lo que pasa en esta película.

Goodnight Mommy

Es sencillo saber si vas a entrar o no al juego que propone Goodnight Mommy: si eres de esas personas que saben predecir los finales, sobre todo si son estos de películas de terror de arte y ensayo de presupuesto medio, entonces Goodnight Mommy será un visionado incómodo que se estira y se desvía para hacer ganar tiempo ante lo que nos quiere contar. Sin embargo, si eres de esos a los que el cliffhanger de última hora suele pillar por sorpresa, entonces será un título de suspense que sabe sembrar y apostar sus triunfos a varias jugadas, todas ellas con las mismas posibilidades de dar premio, y que hace que te sientas obligado a prestarle atención a los diversos detalles que este sólo en apariencia complejo guión está marcando. Con Goodnight Mommy, como en este tipo de películas en general, yo me he encontrado en este segundo grupo.

Esta película está dirigida por los jóvenes cineastas austríacos Severin Fiala y Veronika Franz, siendo en el segundo caso la esposa y la colaboradora habitual de los guiones del esperpéntico (cine de) Ulrich Seidl, que aquí produce, y de alguna forma se nota. Y queda claro que habían pensado, por encima de crear una sólida película con carisma, en ofrecernos un mindfuck film que, para la que aquí escribe, tenía las mismas recompensas que el típico primer visionado de un filme al estilo Hitchcock (con todas las distancias, por supuesto), a pesar de que su ejecución, con todos esos recursos de nicho (insectos, herramientas de acción, torture porn) no consiguen cuajar en esa pretendida combinación de cine de terror con cine psicótico europeo, especialmente ese de la crueldad austríaca y que desde Haneke y de forma creciente en estos últimos tiempos hemos visto. Hay otras virtudes, los guiños en forma de recesos cómicos al cine de Seidl y que tienen en esa aparición de agentes de la cruz roja un momento de breve gloria, pero sólo los conocedores podrán ser partícipes de la carcajada. Aun así su tema, ese de la paranoia familiar y emocional así como el de los agentes dobles, consigue que su thriller psicológico brille no por lo trepidante o ansioso, sino por lo reflexivo.

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