Atlátida Film Fest: Primera parte

abril 7, 2014

Para quienes aún no se hayan enterado está teniendo lugar el encuentro de cine online Atlántida Film Fest en Filmin, y tienes de tiempo hasta el 27 de abril para disfrutar de más de 40 películas de aquí y de allí, de cosas comerciales y gemas indies por igual. Bonos de 20 películas por 30 euros y cinco películas por 10. Ya sabes lo que hay que hacer. Apoya tu escena global.

Les Rencontres D’Après Minuit

¿La desnudez del alma es la más excitante de las aventuras corporales? ¿Somos inmortales porque hemos conseguido sentir? ¿Es acaso sólo después de medianoche que puedo experimentar el éxtasis rozando tu cuello? Estas son las preguntas que nos zarandea Les Rencontres D’Apres Minuit, el primer largo de Yann González que cameló a la crítica en Cannes el año pasado y posteriormente también a los cuatro gatos que fuimos a verla en Sitges. Esa sana costumbre francesa del teatro de la aflicción y de la importancia ha encontrado a otro realizador dispuesto a dar su mirada y su sensibilidad a esta misiva, que para la ocasión nos lanza un beso embrujado, entretenido y muy epatante. Se encuentran la Puta, la Estrella, el Adolescente y el Semental en una orgía del subconsciente pertrechada por una pareja más chacha travesti de bohemios protagonistas de su propio cuento perverso, como en una especie de reunión del club de carnes deseosas anónimas en mitad de consulta. Lo que nos produce la película se podría comparar con ver fumar a alguien desnudo, atormentado por la intrascendencia de la vida mientras implora “¿Mamá, me escuchas?”… y aún así lograr despertar el erotismo en el espectador, que acaba incomodado por lo sencillamente básico de sus funciones corporales y avergonzado al tiempo de lo precario del espectáculo. Más cercana de Las mil y una noches que de las historias del Marqués de Sade y también con más en común con el primer e inmaduro Almodóvar que del Resnais a pleno rendimiento (pienso en Vous N’Avez Encore Rien Vu), González logra una propuesta sólida aunque no definitiva, que consigue engancharnos/contentarnos más por las cosas fuera de lugar (esa chorra fuera de Eric Cantona, esa corrida “a la masculina” de la joven Julie Brémond) y por la banda sonora de alto standing (firma M83) que por la profundidad que intenta trasmitir su poética de ese cuerpo parlachín de siete cabezas en sus momentos confesionales.

The Selfih Giant

De la rabia que sale desde el interior de Arbor que escuchamos en la primera secuencia de The Selfish Giant a la última, que también se nos aparece como sonido sin imagen, donde le escuchamos en un acto de amor, el protagonista, nos dicen, ha evolucionado. Ha finalizado su rito de paso, ha comprendido el mensaje de la fábula en la que está inmerso pero, como veremos a lo largo de la película, menudo precio. Este lodo cósmico, este drama continuo que es la Inglaterra rural desde la Segunda Revolución Industrial (la historia es una puesta al día del cuento homónimo de Oscar Wilde) donde sólo pueden surgir madres irresponsables, adolescentes conflictivos, chatarra moral, animales malheridos… en definitiva, escenarios y elementos por combatir, es donde descubrimos la propuesta de Clio Barnard (que debutó en 2010 con The Arbor). En este entorno los adultos hace tiempo perdieron las riendas de la autoridad y ahora, como quien se sabe en desventaja y después de renunciar a sus responsabilidades le imploran a sus hijos algo de cohesión comunitaria, delegan en unos niños alcanzados por la pérdida de la inocencia una carga que, obviamente, no están capacitados para alcanzar. En The Selfish Giant no hay esperanza y los dos amigos que protagonizan el filme, como conductores/catalizadores del dolor vivirán en sus carnes la destrucción de lo hermoso, hasta llegar a un acto final a la altura de las consecuencias del panorama que se nos ha ido dibujando. La dirección de Barnard es convincente y acomodaticia, en la linea (si no fusilamiento) de lo expuesto en obras como This is England de Shane Meadows o tanto Kes como Lloviendo Piedras de Ken Loach, definiendo la subcultura de este microuniverso chav y sacando de paseo esas desgastadas etiquetas de “cine social” o “realismo social británico”. Sin ser brillante destaca por encima de la media en un ejercicio que aunque tradicional también potente.

Is The Man Who Is Tall Happy?

La glorificación y mitomanía de ciertos individuos no escapa a los filósofos, y menos a Noam Chomsky, el prolífico lingüista sacrosanto de la izquierda activista en política antiamericana. Las tópicas y manifiestas ansiedades intelectuales de Gondry se colman con las respuestas del filósofo, que expone vida y milagros sobre su persona mientras dialoga sobre el escopismo espectatorial, la ciencia cognitiva, la manipulación de las narrativas y los lenguajes, los trucos mentales como el de la sensación de continuidad psíquica y, por lo general, todo lo colindante con la hermenéutica y la comunicación. “The world is a very puzzling place”, que dirá en cierto momento el sujeto de análisis. El interés del artefacto parece focalizarse hacia la traslación al dibujo de las, nos dicen, eminentemente abstractas y complejas ideas del profesor. De cómo aunando la inteligencia audiovisual de Gondry y el raciocinio de Chomsky podríamos producir un mundo de pensamientos más profundos, de ideas más vigorizantes. La magia, sin embargo, la dejaremos para los mundos surrealistas de la filmografía de ficción del creador (quién ya intentó algo parecido en L’Épine Dans Le Coeur con su tía y aquí sigue sin funcionar), que no consigue con esas animaciones tradicionales hechas a mano que acompañan al documental disimular la falta de consistencia de lo que debería haberse quedado como una charla privada entre dos personas. Hay mejores formas de comunicar y también temas más fructíferos. A pesar de contener ciertas ideas memorables, recomendada sólo para completistas muy fans de alguna de esas dos figuras.

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