Ese oscuro objeto de diseño

enero 20, 2015

La expresión “una vez lo has visto no puedes dejar de verlo” es perfecta para el caso que nos ocupa. Desde hace un tiempo, cuando empecé a reconocer ciertos objetos de diseño, las películas han ganado para mi una nueva dimensión de atención, pero también han perdido un grado más de ese dulce misterio que envuelve todo campo artístico y que se nos va muriendo cuanta más información manejamos sobre sus elementos internos. Estabas hasta ese momento inmerso en las aventuras de Tony Stark cuando te das de bruces con una lámpara Arco. Querías imbuirte del espíritu fantástico de Star Trek cuando la ciencia ficción se te desmorona un poco al ver cómo asoma una silla Tulip. Y desde entonces ha sido así siempre, más evidente aún en cierto tipo de producciones (principalmente Hollywood y el blockbuster, sí, y también en las series de producción pujante) y también con ciertos directores, que saben a qué diseñador de sets llamar para producir ese efecto estético.

Así que, a partir de ahora, dan comienzo en este blog una serie de posts sobre algunas piezas clásicas del diseño del siglo XX, esas que con terrible insistencia aparecen una y otra vez en la pequeña y la gran pantalla. Para quienes les venga de primeras aprenderán a reconocerlos (y también a odiarlos) y para los que ya conozcan los modelos, serán unas breves notas sobre la historia de las mismas, y también una bonita forma de comenzar, si quieres, un juego colectivo. Mándanos tus capturas. Ten el pause a mano. Pierde un poco de esa buena costumbre de ver la película con total atención a lo que narra y estropea la experiencia. En el fondo, este es sólo un hábito que cada vez va a más.

Eames

Cuando, en Frances Ha, Sophie entró en el nuevo piso de Frances y vio la Plastic Armhair de Eames que sus compañeros de piso habían adquirido, dijo: “¿Tenéis una silla Eames? Este piso es demasiado autoconsciente”. Y no sabemos del todo a qué se refería, pero es evidente que la joven Sophie no miró esta silla con los mismos ojos que con los que la vieron sus coetáneos, en aquel momento en el que el matrimonio Ray y Charles Eames ganó el segundo premio de la International Competition for Low-Cost Furniture Design promovida por el MOMA en 1948. Su propuesta, la primera silla de fibra de vidrio (es decir, una silla de plástico) que permitía ser fabricada en serie, sin necesidad de revestimientos, con varias modalidades para customizarla según los requerimientos del cliente y con las seductoras curvas que caracterizan sus productos fue otro bombazo del diseño orgánico, barato y de aspecto digno que necesitaba una nación metiéndose de cabeza en la posguerra. El modern way of living, que le dirían después. La original de 1948, que se llamaría Fiberglass Armchair, dista sólo en el material con la que nos encontraremos hoy, hecha de polipropileno.

Es posible que la Plastic Armchair (y sus múltiples variaciones) sea la silla de firma más famosa del mundo entero, y seguro que la has visto alguna vez en oficinas, bibliotecas, salones o comedores (y recientemente a granel en casi todas las cafeterías modernas que pretenden darle un halo acogedor) porque, como todos los modelos de los Eames, buscan combinar lo poético y lo pragmático, lo lúdico y lo reflexivo. Permitir a su usuario introducirse en un estado entre la experimentación y el descanso. “We don’t make art; we solve problems” era uno de los mottos preferidos de una de las parejas más guays que nos ha dado la historia del siglo XX (no, en serio), y es que para ellos, como para el resto de diseñadores del momento (y que marcarían el antes y el después de las artes decorativas), la posguerra suponía un mundo abierto de posibilidades infinitas a la espera de ejecutarse. La combinación del matrimonio era imbatible. Él, un desertor de la escuela de arquitectura con mucha presencia, labia y tendencia al pensamiento técnico. Ella, una prestigiosa pintora (trabajó por un tiempo con Hans Hofmann), de enorme ingenio plástico y visual y arrolladora capacidad de abstracción. El combo de la unión de sus fuerzas, su inconfundible toque americano y el haber sabido plasmas con precisión en sus obras el optimismo del modernismo les llevó a hacer este mueble tan influyente en el diseño del siglo XX, pero también has visto muchos otros, como la Lounge Chair.

Estas dos piezas de madera y cuero nacen en 1956 como modelo de butaca versátil de gama alta, y se promocionaron en la época en programas de televisión para darse a conocer, pero la anécdota que trascenderá a la historia será la del catalizador inicial de su creación, al ser una butaca que se idearía buscando solventar las necesidades de Billy Wilder. Éste llevaba un tiempo buscando el asiento perfecto que le permitiese echarse largas siestas entre momentos del rodaje de sus películas, con buena reclinación y piel especialmente mullida. El matrimonio añadió entonces esta petición al proyecto en el que estaban en marcha: modernizar la butaca de estilo club inglés, y así nació el Eames Lounge y el Ottoman (el reposapiés que la acompaña), que a su atemporal aspecto se le sumaría el contar con un asiento excepcionalmente ergonómico que, según cuentan, mejora su confort con el paso de los años, y serviría para esas siestas que pedía Wilder, pero también para relajarse. Pura calidad de vida.

Otros diseños muy famosos de los Eames son las sillas de oficina. Tanto las Aluminium Group Chair como las Soft Pad las encuentras en casi todos los despachos de alto nivel en las películas de hoy en día. Las Aluminium se crearon en origen también con ese propósito de exclusividad, en concreto como añadido al proyecto particular de sus amigos, los también arquitectos Eero Saarinen (con quien Charles Eames ya había diseñado otras sillas y que aparecerá aquí en el blog en futuras entregas) y Alexander Girard, que se encargaban en ese momento de diseñar la Miller House en Colombo, Indiana (Herman Miller, por cierto, se iría haciendo con el control de la empresa de los Eames desde 1948), y para ello les pidieron al matrimonio unas sillas elegantes, pero no para el despacho, sino para usarlas en el exterior. Mucho ha cambiado su uso desde entonces, ahora reservada para el uso en los entornos de trabajo, pero no la funcionalidad de su diseño y el grado de prestancia que sus finas lineas confieren.

Charles y Ray Eames cambiaron además el modo de trabajo en una firma de diseño: había que producir masivamente… de forma responsable. Responsable con el cliente cuidando que los diseños estuviesen exactamente hechos para suplir todas las necesidades que pudiesen tener, pero también comprobando que, efectivamente, sus productos llegarían a aguantar física y estéticamente el paso del tiempo. La profundidad de esta noción sumaba otra dificultad: conseguir que las obras que creasen no afectasen a los trabajadores que producirían en cadena sus diseños. Y es que en esta era dorada del diseño industrial la producción en cadena era no sólo el factor crucial, sino un proceso aún por proyectar. Hoy empresas tipo IKEA, usando los mismos esquemas de producción, nos ofrecen precios muy por debajo del coste de una silla homologada Eames, y aunque éstas nos parezcan caras en realidad se mantienen a un precio equiparable al que le costaba al comprador de hace 50 años (paso número 1, paso número 2, paso número 3). Así que resumiendo: aquellos eran los orígenes del low-cost, en la actualidad mucho más evolucionado, pero de no ser por las innovaciones de los pioneros de aquella época el gigante sueco y otras tantas compañías del estilo no serían hoy las mismas, o directamente no existirían.

Anuncios, exposiciones, modelos de producción y técnicas de expresión multimedia, dicen que en el centro neurálgico de sus creaciones, el famoso número 901 del Washington Boulevard de Los Ángeles, se regían por los mismos códigos de las escuelas renacentistas), pero más allá de esta cuestión es indudable que su universo es basto y su legado esencial para comprender el antes y el después de la sociedad moderna. Y por cierto, si te ha entrado curiosidad, hay un documental bastante interesante de 2011 sobre la historia de estos pioneros.

 Y a continuación, las capturas de sus obras que hemos encontrado en el audiovisual:

La Plastic Armchair

Eames Armchair en el piso de las chicas de Don’t Trust the B in Apartment 23. Como en muchos interiores de sitcoms, el piso está lleno de muebles de diseño.

En Los chicos están bien, Julianne Moore y su novia Annette Bening la tienen en la salida al jardín de su casa.

Bonito salón de la familia de los protagonistas de Der Wald vor lauter Bäumen.

En el modesto chalet de James Franco durante Juerga hasta el fin (¿será su casa real? Tiene toda la pinta) vemos las Armchair en el comedor y luego otra giratoria en el despacho.

La Lounge Chair

En el drama alemán ¿Qué nos queda? no hay muchas ganas de vivir, pero sí muebles bonitos.

Al inicio de Watchmen al Comediante le rompen la mesa pero no la Lounge Chair. Un asesino considerado.

Steve Carell reparte consejos sexuales a parejas de la tercera edad desde la comodidad de su butaca en Si de verdad quieres. Descanso y experimentación, como habíamos mencionado.

A Polanski le quedó un sólido set de piso de soltero freelance con no demasiado dinero en El escritor.

La Office Chair

Brandon Cronenberg pensó que la sátira negra entraría mejor con muebles de diseño.

Aquí el creador del festival de Sundance haciendo de villano para Capitán América: el Soldado de Invierno en un despacho con un buen puñado de Soft Pad Chairs.

En Good Wife te topas con las Office Chairs en cualquier lugar y en cualquier situación.

FacebookTwitterGoogle+Pinteresttumblrbuffer

One Comment

  1. Daniel dice:

    Muy buen articulo, con el contenido justo y no se
    me ha hecho nada largo de leer, muchas gracias
    por compartirlo.

Leave a Comment