Kitsuné dans la maison: una cierta zona de confort

febrero 5, 2015

En 2002 una compilación llamada Kitsuné Love incluía a varios artistas de la electrónica, con especial predominancia del sonido house, downtempo y synth-pop. Algunos de los nombres que podrán sonarte son Playgroup, Alan Braxe & Fred Falke o Fantastic Plastic Machine. Too Long, interpretada por Gonzales, era la versión particular del mismo cantante que dio vida a esta famosa canción del álbum Discovery, de Daft Punk. Dos años después llegaría Kitsuné Midnight, y en él Black Strobe, Cut Copy o Zongamin, y un año más tarde, en 2005, el Kitsuné Maison Compilation, con temas de Metronomy, Hot Chip, Tom Vek o Digitalism. Todas estas bandas tenían, en el momento de salir el respectivo álbum, entre dos años y unos meses de vida. 2005 también fue el año en el que la empresa lanzaría, con la primera colección ready-to-wear, su propio sello de moda, y tres años más tarde llegaría su tienda insignia, ubicada en París, en la zona del Palais Royal. Desde entonces sus boutiques se han extendido por Milán, Tokio o Nueva York. Actualmente se encuentran expandiendo sus fronteras comerciales, abriendo también sus propias coffee shops.

Kitsuné Records, con más de 400 álbumes, EPs y recopilatorios a sus espaldas, ha sido el sello responsable de lanzar las carreras de artistas como Crystal Castles, Klaxons, The Drums, Two Door Cinema Club, French Horn Rebellion, Crystal Fighters, Black Strobe, La Roux, Gossip o Fischerspooner. Fueron prácticamente los iniciadores del new rave al exponer y apoyar a grupos como Klaxons, New Young Pony Club, Friendly Fires o Foals (incluso ayudaron a Todd Terje en 2006, antes de que se convirtiese en la figura del dance que es hoy). Han colaborado entre otros con Phoenix, Boys Noize, Siriusmo, Simian Mobile Disco, Alex Gopher o Shinichi Osawa, llevan más de una década buceando en las profundidades de la escena francesa y de otras partes del mundo para promocionar a artistas de un amplio espectro musical, y para descubrir en muchos casos cómo éstos logran la fama y consiguen hacerse fuertes lejos de la casa. Kitsuné es la empresa de Gildas Loaec y Masaya Kuroki.

La historia de Loaec es la de un chaval del norte de Francia que a los 19, en 1993, se trasladó a París para montar una tienda de discos llamada Street Sounds, lugar de encuentro de DJs, productores y aficionados que encontraban en la tienda vinilos para sus sets y donde solían comprar un par de jóvenes franceses que por aquel entonces formaban un dúo que acababa de sacar su primer single: The New Wave. Ellos eran Daft Punk. Como amigo de ambos, Loaec comenzó a ser su manager y a encargarse de la dirección de arte del grupo, y trabajaría estrechamente con el grupo durante 15 años, hasta que Homen-Christo y Bangalter se trasladaran a Los Ángeles para trabajar en la banda sonora de Tron. Por su parte, Masaya Kuroki pasó su infancia en Tokyo y su adolescencia en Paris. Tras graduarse en arquitectura entraría por un tiempo en el despacho de diseño de Jean Nouvel, y trabajaría a tiempo parcial en una tienda de skate muy cerca de la tienda de discos de Loaec. Fue allí donde se verían por primera vez, pero no fue hasta que Loaec le pidió a Kuroki que le ayudase con el idioma y los emplazamientos en Tokyo durante el trabajo de Daft Punk en Interetella 5555 que se harían amigos y empezarían a desarrollar su proyecto de negocio.

Era el fin del milenio, la situación económica era propicia y las tiendas de moda, especialmente en Japón, estaban empezando a ampliar sus horizontes expandiendo la marca en otros productos afines al espíritu de cada corporación. Loaec y su experiencia con Daft Punk les garantizaba el know how para construir Kitsuné desde su base, y se copiaron de lo que pusieron en marcha en tierras niponas los Teriyaki Boyz, grupo de hip hop que además de una marca de streetwear asentaron su propio sello discográfico. Como el mismo Kuroki diría alguna vez, música y moda han sido dos mundos altamente conectados desde tiempos de Versalles.

Muchas marcas de ropa han jugado con el introducir a sus campañas sonidos que le adhieran nuevos significantes a su marca, como los catwalk shows de Dior o los vídeos promocionales de Alexander Wang, pero el epítome de la unión entre marca y música, quien ha llevado esto más lejos, es a día de hoy Kitsuné. La estrategia general, en ambos ámbitos de la empresa, podría resumirse a los perfectos ideales del pensamiento burgués: arriesgar, pero sólo lo justo. Yendo a sus orígenes, producir música es relativamente barato si lo comparamos con crear un sello de moda, y por eso durante aquellos primeros tres años el dúo se centró en esta parte de la empresa. Sin embargo, 2002 era un año donde ya estaba claro que la industria discográfica empezaría a caer en picado, y por ello había que crear más tarde que pronto una identidad textil. También, eran conscientes de que gracias al éxito las sus bandas, la posterior promoción de la ropa no sólo sería más barata, sino que lograría una mejor imagen, un “aura de amor”, como ellos llaman al sentimiento subyacente a todo lo que toca su concept store. El riesgo también era claro: cuando creas una empresa bicéfala puede que no te tomen del todo en serio en cada una de las categorías que manejas, y hay que saber equilibrar con sumo cuidado.

Por otro lado, el estilo sonoro de Kitsuné ha buscado siempre la promoción de talentos emergentes, aún no del todo conocidos, pero con un estilo sonoro de cualquier género que tenga como pieza fundamental el permitir el baile, artistas indie-friendly con potencial para la remezcla y la fusión en un mismo disco con otros estilos. La accesibilidad, entendida como destilado de una selección de piezas donde no excedan vanguardias oscuras ni nombres demasiado underground mientras otros artistas populares, temas divertidos y pop de lo más formuláico haga que no se aleje el grueso de la población propicia que cada álbum represente el softcore y la texturología del momento. Por alguna razón, la visión general desde los medios musicales es que el sello tuvo su momento de gloria que hace mucho tiempo que terminó, y que a día de hoy languidece en una constante crisis de identidad de la que no remonta, más o menos desde el número 9 en el que empezaron a notarse temas que ya se habían hecho previamente populares por la propia banda en sí (aunque en realidad eran bandas a las que la propia Kitsuné había empujado). Y sin embargo, la mayoría de los nuevos lanzamientos de esta discográfica acaban logrando el beneplácito de la crítica. Casi a regañadientes, recibiendo una buena nota por su obvio buen gusto, saber hacer y lo disfrutable que son siempre sus descubrimientos. Notas que se sienten forzosas por la inevitabilidad de sus primicias en el panorama clubber que por el mérito en sí que creen merecen sus gestores. Se puede acusar a Gildas & Masaya de ser unos nefastos Djs, de proteger en su sello a según qué artistas sin ser especialmente buenos, o de tender a privilegiar el estilo por encima de la sustancia, pero han sabido hacerse notar gracias a esa evolución rápida y constante a lo largo de los años de la que han hecho gala, decantándose al principio en la unión entre la música dance-punk y el French Touch (que como consecuencia tendría en un primer momento el post-dance-punk electro que también procesaría el sello Ed Banger) y en los últimos tiempos más por un indie hijo del house y muy británico (recordemos que hay pocas cosas más pop que lo británico) que empezaría con la 11ª compilación, The Indie-Dance Issue y con su máximo exponente en el sonido de su último álbum, The Sweet Sixteen Issue. Eclecticismo, edición, vanguardia y retrocompatibilidad. La acción siempre va en una única dirección: que la fiesta continúe.

Que el dance ha vuelto nos lo dicen, por ejemlo, Years & Years o Kilo Kish, dos nombres que ya estaban en el Kitsune’s New Faces de 2014 y que han destacado entre las listas de sonidos más valorados del año como BBC. Puede que la carga de electropop con trazas de inseguridad adolescente de Years & Years te suenen por ser carne de hype a día de hoy, pero también por tener uno de los videoclips sobre la masculinidad moñas más llamativos del año pasado y porque su joven teclista, Olly Alexander, es asímismo actor y ha salido en películas como Enter The Void o God Help the Girl y en la serie Skins. La indie-hopera Kilo Kish, por su parte, también es de la quinta de los británicos pero esta estadounidense se encuentra más en el espectro sonoro de Childish Gambino, SBTRKT o Chet Faker, con quienes ha compartido colaboraciones y actuaciones. George Fitzgerald, Hyetal o Superfood son los nombres de otros participantes del álbum, pero los que igualmente están presentes, al menos como alusión indirecta, serán Breton, The XX, Radiohead o Flume. Así en el último New Faces estaba el R&B, lo glitchy, la explotación Disclosure y el pop electrónico como valor seguro de fondo. Y esto es sólo lo que te encuentras en uno de sus discos, pero si sigues a fondo su trayectoria verás que han trabajado con esta fórmula del inofensivo escaparate de frescura, renovando y lanzando propuestas, desde el principio del sello.

Kitsuné es la música de Sofia Coppola (más que la persona, el estado mental), el sonido del pastiche trendy de tu blog favorito, la banda sonora de un utópico anuncio de cualquier producto-experiencia para jóvenes preppy. El dance de salón y el pasarlo bien pero no demasiado. Kitsuné es un hit and miss de poesía positivista continuo donde el descubrimiento es constante y la novedad que te convence se revaloriza por sí misma. No usaremos la carta francesa para reducir lo que hacen, ni tampoco la del signo de los tiempos, pero está claro que su modelo ha constatado la consagración de unos ciclos de consumo aburguesados, más cobardes que atrevidos y que aún así funcionan. No sabemos qué lugar ocupará en la historia este proyecto de Kitsuné, si como unos de los primeros en hibridar géneros de identificadores culturales o como una pequeña multinacional con una ropa pija que casi nadie podía permitirse y con unos discos que ya no se recuerdan. Nos quedamos, entonces, con que es uno de los sellos que, para la que aquí escribe, más grupos le ha descubierto. Y ahí van:

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