Monument Valley: retorciendo el castillo

agosto 3, 2014

A veces, para escapar, es preciso despreciar la realidad, y en ese caso nada mejor que meterse contra los pilares de la lógica, contra la constricción mental de la arquitectura de lo posible. En este terreno de vectores en Unity que es Monument Valley la distorsión geométrica será tu arma, y el descubrimiento espacial tu objetivo deseado mientras controlas a una princesa, apenas un cono normal, otro truncado y un trapecio, apenas un fantasma blanco en definitiva, que camina, literalmente, por castillos en el aire (oh, la poesía) y busca no se sabe muy bien qué pero está claro que esa no es la meta, que llegar vuelve a ser lo de menos. Aquí hemos venido a disfrutar de escenarios infinitos, del eterno retorno y de cierta sensibilidad estética.

Tras su anterior juego, Whale Trail (algo así como un Locoroco menor) el grupo de desarrolladores UsTwo, con Ken Wong a la cabeza, deciden lanzar Monument Valley, un universo de plataformas en el que retorcer el espacio honrando el trabajo del dibujante M.C. Escher (le reconocerás por ser el más fructífero creador de Escaleras de Penrose) mediante un derroche visual al estilo de los grabados xilográficos de la era Edo y el minimalismo. Un poco al estilo de lo logrado en Echochrome, pero con más colores y con mayor cuidado en el apartado sonoro. Las referencias se extienden, también, a lo que experimentamos en juegos como Perspective o Fez (o Antichamber, Contrast y Parallax, por si buscas juegos similares), pero pese a pretender que alcancemos cierta espiritualidad de excitación portátil sus resultados son limitados, quedándose en algo así como un Braid más relajante pero depauperado a fin de cuentas.

Monument Valley sí logra transmitir un mensaje: la de hablar acerca de la convergencia que puede darse en este mundo entre la simpleza y las perspectivas. Entre saber manipular el contexto en una experiencia que, por increíble que parezca al principio del puzzle, se convierte en una aventura pasiva y lineal… y hacerlo abriendo tu mente para que busques algo más que el ensayo y error. Ya sólo por esto deberemos reconocerle su importancia. Pero hay más: ¿alguna vez te has cuestionado la categorización de los géneros en el mundo de los videojuegos? Si crees que FPS, RPG o deportivo son géneros imprecisos y volátiles te recomiendo que veas este video de aquí abajo de los chicos de Extra Credits. Si, como yo, te dejas llevar por estas clasificaciones para encuadrar las obras, nos topamos con que dentro de las que enumeran en el caso de Monument Valley se tocan hasta tres pilares: el de un tremendo trabajo en el terreno del placer sensorial (1), el de probar a expandir los límites del reto (2) y recompensar al jugador con la posibilidad de evadirnos (3), con dejar que pase el tiempo y desconectar, género más recurrente en su medio. ¿Otro añadido? Hablamos de juegos para móviles, pues, esas obras aún subestimadas por la falta de creaciones lo suficientemente admirables para dar el paso a un respeto mayor al conjunto de la comunidad. En Monument Valley, como en cualquier otro juego de puzzles (especialmente esos pequeños rompecabezas desarrollados para smartphones) la resolución es única e invariable, sólo hay una respuesta. Y, sin embargo, la forma de tratar al usuario es totalmente distinta, puesto que lo que hace es granjearle al usuario una búsqueda del placer basado en la interacción con su universo desde un ángulo opuesto al tradicional en el jugador de este tipo de dispositivos mediante una falta de marcadores de estrellas o de trofeos escalonados en microtransacciones que después compartir en redes sociales.

Desarrolladores como UsTwo, Tale of Tales o Simogo aún son sólo raras avis, y mientras Candy Crush, Bubble Witch 2 o 2048 (más conocido como el juego de los doses) sigan ocupando espacio en las memorias de la mayoría de móviles de ahí fuera perderemos un terreno para la exploración que, por sus propios medios, tienen el potencial de crear pequeñas obras maestras, si no al menos piezas bien lustradas, que nos sirvan algo más, apenas una pizca, que para hacernos entrar en el loop quematiempo sin pedirle mayor interés, sin aplicarles un mínimo criterio. Monument Valley no es un gran juego: las mecánicas (aunque interesantes) aparecen muy limitadas, su historia es risible, y su corta duración (unos noventa minutos) es un elemento que tampoco le favorece. Sin embargo, hemos de valorar sus virtudes como lo que son: el de habernos concedido una experiencia sensorial más que notable, si no impensable sí arriesgada dentro del paradigma comercial (cuatro euros en su lanzamiento, 1.80 ahora) en el que se encuentra esta obra. ¿Y qué es esto, si no otra forma de romper los límites de lo posible?

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