Puella Magi Madoka Magica: revolucionar es cambiar las reglas

abril 27, 2014

Deconstrucción: Método de análisis crítico del lenguaje literario y filosófico que enfatiza en el trabajo interno del lenguaje y sus sistemas conceptuales, su capacidad para provocar sentido y sus asunciones implícitas en diversas formas o expresiones.

Dicen que cuando surge algo genial nos damos cuenta de que lo es porque el resultado de la obra se nos aparece como algo obvio, necesario y rudimentario, casi fácil de hacer y, más importante aún, que se acomoda de una forma perfectamente armónica al hueco que, hasta que sus creadores no descubren, no sabíamos que estaba ahí. Dicen también que para que una obra se convierta en un clásico, en un hito cultural, debe saber ser genial en sí misma y serlo a la vez para todo el mundo. Lanzar un mensaje universal, en el tiempo y en el espacio. La violencia contra la mujer es un lugar común, un hecho transcultural que hace que términos como rape culture sean válidos tanto aquí en el siglo XXI como en Japón en el XIII, y la hegemonía masculina es algo también tan corriente que el término patriarcado se hunde en las mismas raíces de todas nuestras culturas y actos sociales, en casi todos los casos encumbrándolo y celebrando su valor supremo. Desde luego en la muy machista cultura audiovisual del anime esto es tan cierto que hasta las series enfocadas para niñas cuentan con una cuota de eye candy, objetivización, male gaze y, en términos generales, un carrusel constante de imágenes a favor de la sumisión de las mujeres en los que precísamente por ser productos culturales cuyo target (al menos en parte) son personas en su etapa de desarrollo deberían ser mensajes de empoderamiento y refuerzo del autoestima y otros valores positivos para la paz social. Para aprender sus patrones y recursos con los que en teoría se alimentan para enfrentarse al siempre más difícil futuro que les espera. Tan institucionalizado está que cuando Sailor Moon, una serie para que las niñas supiesen apreciar su poder interior, nadie se sorprendió de que lo que conseguieran fuese en cambio, mediante aquellas ontológicas escenas de transformación, arrastrar tantas connotaciones negativas en cuanto a representaciones del cuerpo: hermosas y dañinas al mismo tiempo. Puella Magi Madoka Magica es una respuesta a todas estas cuestiones, no una que niegue sus raíces ni rechace del todo esa herencia, sino más bien una que reflexiona sobre lo ridículo y dañino de esa fracción machista inherente a su género, en parte reprochándoselo a su público en parte a la industria que lo perpetúa, al tiempo que consigue hacer brillar intensamente los demás aspectos, los mismos que por culpa de esa objetivización y frivolización de sus personajes impedía ver el inmenso potencial del tema que en teoría tratan. Lo pone en bandeja y explora hasta las últimas consecuencias. El resultado es la obra maestra que tantos consumidores de series magical girls estábamos deseando desde hace tanto tiempo… aunque ni siquiera fuéramos hasta ahora conscientes de ello.

Versión corta:

Puella Magi Madoka Magica no sólo se ha convertido en un fenómeno inconmensurable en Japón, sino que lo ha hecho también (Oh, Japón) por las razones adecuadas: por su mérito cultural. Ha sido un antes y un después en los shojos como en su momento Evangelion lo hizo con el género mecha, School Days con el harem, Tsubasa: Reservoir Chronicle con el shonen, Perfect Blue con el thriller psicológico o Ghost in the Shell con la ciencia ficción. Con una narrativa y unos visuales increíblemente buenos (una obra clásica y de culto al mismo tiempo), su espíritu trágico en el sentido dieciochesco y el efecto de regeneración de la mirada que se granjea en el terreno de la ficción seriada con apenas doce episodios (es que no sobra un plano, una escena) hacen que, de aquellos que hayan oído hablar mínimamente de ella, sólo los muy obtusos no le darán una oportunidad. Será esa misma gente incapaz de mirar más allá de unos dibujos kawaiis “para chicas” la que dejará de verla. Y esa es precisamente otra de las razones importantes por las que hay que acercarse a ella, ya que el shojo, el género de las Magical Girls, pese a ser uno comúnmente destinado a chicas y pajeros, aquí pierde esa cualidad, evidenciando el poderío femenino intrínseco de esta categoría y explorándola en su máxima dimensión: un feminismo de la diferencia y también empoderado, uno capaz de hablar de la virtud emocional, la magia, el vínculo místico, la crítica social y el viaje en el tiempo y demostrar que todas esas cualidades son, puestos a segregar por géneros, propias del universo femenino. Subvertir el lenguaje para subvertir las reglas. Con valor y moviendo hacia adelante. Es así cómo se gana.

Versión larga:

Madoka Magica es un proyecto del estudio Shaft y Aniplex, con dirección de Akiyuki Shinbou y escrita por Gen Urobuchi, con diseño de personajes por Ume Aoki y banda sonora por Yuki Kajiura. Estas personas son conocidas por trabajar en proyectos tanto maduros como hasta cierto punto oscuros, y muchos japoneses dieron gracias al cielo de que supieran mantener en secreto los golpes de efecto hasta el final de la emisión, dosificando la información en la justa medida para que el trabajo avanzase y escondiendo la inmensa crueldad (“cruel” es el adjetivo que usa Gen Urobuchi para hablar del efecto de esta serie) a la que se someterían sus espectadores. Las reacciones en Japón a la emisión semanal fue de experiencia de hype colectiva en aumento progresivo, ya que allí, como en todas partes, también se hace cada vez es más difícil toparse con una historia original con la que no puedas ir corriendo al libro o al manga para saber cómo va a acabar. Debido a los múltiples plot twists que se empezaron a desarrollar a partir del tercer episodio y a la explosión de tinta y reacciones la cadena Nico Nico News se acorazó aún más para no desvelar ningún elemento del argumento y claro, las expectativas crecían con cada episodio. Los rezagados empezaron a completar el visionado para ponerse al día, un poco como lo que se vivió con Perdidos aquí a partir de 2006, también con una impetuosidad emocional como la de las reacciones que viste entre tus amigos ante la Boda Roja de Juego de Tronos. Que los dos últimos episodios de la serie coincidieran con el terremoto de Tohoku de 2011 y la productora se viera obligada a retrasar su retransmisión tampoco fue algo que sus fans llevasen demasiado bien. En los últimos tiempos algunos políticos se han disfrazado de alguno de los personajes del show de cara a ganar popularidad en las elecciones. Por Dios, han conseguido vía change.org renombrar a una nebulosa con el nombre de la protagonista. Todo esto por no empezar a hablar de las ventas y el merchandising. Una cosa, por la explicación anterior de cómo vivieron los nipones el fenómeno comprenderás que esta obra se arruina con tremenda facilidad a cada pista que leas. Es más, en el décimo párrafo voy a hacer un spoiler (pequeño pero ahí está) así que si ya te he convencido de que merece la pena no pierdas más el tiempo y corre a verla.

Hablar de Magica Madoka se me hace muy difícil. En primer lugar porque como ocurre con las mejores obras uno sabe que ni está a la altura de su objeto de estudio y que ni con cien páginas páginas logrará explicar en toda su dimensión las cosas que posee (prueben a hacer un par de búsquedas rápidas y vean cómo el vasto universo de esta serie ha creado wikis, foros, hilos con especulaciones por doquier) pero, a la vez, se tiene la responsabilidad de trasmitir la emoción para convenceros de que perdáis unas cuantas horas de vuestro tiempo con ella. El proselitismo de estas lineas viene de quién se encontró con algo auténtico y sólo intenta propagar la buena nueva. Espero que sepan perdonar el tono exaltado.

Madoka es una dulce niña de pelo rosa en cuyo primer episodio vemos viviendo con su hermano pequeño, padre amo de casa y madre ejecutiva de alto nivel. Su familia, funcional y cariñosa, es sólo una parte de su apoyo emocional diario: también cuenta con buenas amigas en la escuela. En nuestro primer día que pasaremos junto a Madoka somos testigos de la irrupción en su clase del colegio de una misteriosa alumna, transferida a mitad de curso, de pelo negro y mirada fatal que desestabilizará el status quo y conseguirá que su vida y la de sus relativos cambien para siempre. Ese mismo día por la tarde Madoka y su amiga Sayaka descubren que son especiales, que tienen la capacidad de llevar dentro de sí poderes extraordinarios que ninguna otra persona a su alrededor tiene. Que son las guardianas de la estabilidad cósmica y deben combatir contra unas malignos y poderosos, grotescos organismos llamados brujas que intentan despoblar el mundo de su inocencia y carcomer por dentro a sus víctimas hasta llevarlas al suicidio o algo peor. Para convertirse en Magical Girls y con ello poder dar rienda suelta a su magia y conseguir desvelar las armas que poseen en su interior deberán hacer un contrato con una criatura gatuna de extraña procedencia: Kyubey. Sus almas, desde que aceptan las condiciones, quedan desvinculadas de sus cuerpos y permanecen en unos recipientes llamados Soul Gems que se alimentan de las almas de las brujas.

En Madoka hay pájaros en jaulas, meriendas, enfermeras, elementos de costura, flores, muñecas de porcelana, tazas de té, sillas, sirenas, collages y las mantas hechas de retales históricos más conocidos como quilts. Shakespeare, Hermann Hesse, tradición católica, la Brunilda del Anillo del Nibelungo de Wagner o el Arco del Triunfo o entre otras muchas referencias narrativas (desde aquí no podemos ver el momento en el que saquen el inevitable spinoff: Puella Magi Valkiria Magica). Estas referencias aquí obviamente son hipertextuales y pasivos en transformación via relectura, pero también huevos de pascua que consiguen que ahondemos durante horas en el universo que se forjan y sus connotaciones y subtextos (en serio, cientos de links y de horas descifrando si tú quieres, como un juego para que hagas un collage con tus teorías hermenéuticas).

La abundante imaginería extravagante cortesía del dúo de animadores de stop-motion Gekidan INU Curry le añaden a la serie y posterior película esa sensación de deliberada inaccesibilidad. Mientras los personajes protagonistas están renderizados en el estilo más tradicional del anime, los escenarios pesadillescos de las brujas que ha diseñado Gekidan da rienda suelta a un estilo visual de subjetividad insólita. El resultado es un extraño panoplio de seres surrealistas al estilo de los que parecen en los collages estilo recortables heredados de la animación rusa y checa clásica (y que recuerda también a los interludios animados de Terry Gilliam para Monty Python). En un minuto dentro de las pesadillas aparecen ejércitos de bailarinas pútridas vestidas con tutús blancos, al siguiente veremos una criatura azul de forma indescriptible que escupe osos como manos gigantes que se levantan en el fondo del escenario. El humor oscuro típico de los cuentos de hadas brilla con especial maestría gracias a esta técnica idiosincrásica, en esta yuxtaposición que nos deslumbra frente al estilo convencional en la que está dibujada el resto de la obra.

Tampoco es casual que las dos referencias más fructuosas de toda la serie sean Fausto y la Noche de Walpurgis. Teniendo esto en mente pensemos por un momento en lo que son estas chicas: las Magical Girls son una niñas cuyo mundo interior hipersensible hace de ellas la fuente de los estados emocionales más poderosa de los humanos en la tierra, una que ha existido a lo largo de toda nuestra historia como sociedad y que siempre se ha visto obligada a mantenerse oculta, repudiada por el gran público, y que, de hecho, cuando una de estas chicas pierde la esperanza, una maldición cae sobre ella para convertirse irremediablemente en una bruja que destruirá en la misma proporción que salvó antes de transformarse. Es decir, ellas, y sólo ellas pueden ver y establecer contacto con ese mundo de la maldad de las brujas, un mundo que rodea nuestra existencia sin que lo veamos y que está cargado de los símbolos ontológicos previamente citados. Porque la lucha simbólica, a quienes más les afecta, se les dibuja como un escenario despiadadamente literal. Es una batalla encarnizada.

Llevas tres episodios de esta serie. Es un shojo, el tema principal es alegre y pizpireto, las chicas son muy guapas y adorables y llevan las faldas muy cortas. Así es como siempre ha sido y Madoka Magica no iba a ser una excepción. El fan service que nos encontramos es algo pacato, pero lo kawaii de las prepúberes y la mise en scene hace que hasta el momento esté mereciendo la pena. Hay un gato, hay batallas, armas, poder de la amistad, gemas… en fin, ítems y elementos propios del género de las Magical Girl que hacen que disfrutes de su idiosincrasia particular, aunque te cueste perdonarle (o te alegre) que no haya habido escenas de transformaciones suficientemente complacientes. Y entonces, de la manera más absurda, descarnada y sin pulso, una de sus protagonistas muere. Mejor dicho, una bruja le arranca la cabeza. Esta serie, mercantilizada como un producto para niñas de 10 años ha necesitado de tres episodios para engañarnos y descubrirnos el potencial de su constante uso del horror disfrazado del más inocente de los productos, que al mantener las ideas aterradoras cauterizadas, exentas de la parafernalia habitual para, en cambio, darles la cobertura de otro producto consigue clavarnos la puñalada poética, la disonancia cognitiva espeluznante propia de una mercancía perfectamente defectuosa que, todo hay que decirlo, una vez destapada irá deshaciéndose de su disfraz para avanzar y ahondar con más obviedad en el horror físico, pero también más y más en el psicológico. Por supuesto, cuando murió Mami en Japón la gente empezó a demandar a los astros y a todo lo que se moviese. Ciertos individuos del país vieron y sufrieron un eclipse en Internet.

Un spoiler, sólo uno, de los cientos, tal vez miles que se podrían hacer para arruinaros el visionado. Puella Magi Madoka Magica no sólo merece la pena por un tratamiento que en lo estético es abrumador y en el ritmo encuentra un conducto ideal para una furiosa excitación óptica. No, los giros de la serie serán al tiempo lo que le de dimensión al relato y también lo que explique sus múltiples subtextos. En el tercer episodio descubrimos que las magical girls mueren. Que el patchwork que estás presenciando ha sido un esfuerzo colectivo de miles de personajes, una hagiografía de miles de años para que duren apenas dos segundos en pantalla. Que sus actos tienen consecuencias y que el corto desarrollo de sus personajes, que apenas tienen entre 12 y 14 años pueden tomar decisiones que van mucho más allá de las capacidades de sus semejantes. Sacrificarse por ayudar a las demás y hacerlo sin ningún tipo de heroicidad. Sacrificarse por el mundo. “Es muy duro ser una Magical Girl”, que dirá Mami antes de su decapitación.

La capacidad de la serie para hablar de la deconstrucción de su propio género consigue que los conceptos, más que una parte accesoria, se convierta en el puro centro del mensaje narrativo. Por ejemplo, el personaje de Madoka, como iremos viendo a lo largo de la serie, es más una excusa que alguien real. No sólo por tener menos profundidad y dimensión que el resto de chicas. Más bien porque apenas habla o trasciende a través de su propia expresión identitaria, y cuando lo hace la mayor parte del tiempo es con respecto a los demás, como pretexto para las acciones que el resto de chicas establezcan. Casi como las princesas de los videojuegos, ella es capaz de mover la acción pero casi nunca crearla. Esta cualidad de objeto pasivo es lo interesante, ya que la razón por la que, como finalmente se nos dirá, contiene tanto poder en su interior es gracias a las acciones de las demás. Es la criatura más pura y llena de esperanza, la más dulce y femenina de las chicas el perfecto objeto contenedor, consciente de su propio rol y destino final: su sacrificio para la expiación colectiva, la bondad infinita. No importa cuánto ni de qué formas se haya intentado cambiar el destino de Madoka, por más que sus amigas luchen para que ella no se convierta en una Magical Girl de fatal suerte. Ayudándola sólo conseguirán que se acumule una carga más magnificente pero también más inevitable en cualquiera de las capas de la realidad. El destino estaba preescrito, de igual manera que el mecanismo completo de los doce episodios que son esta serie nos maravillan ante cada nuevo fascículo, que no hemos sabido anticipar a pesar de todas sus pistas y abundante y veloz información con la que nos han acosado. Durante este tiempo hemos seguimos el camino del héroe al tiempo que estas heroínas lo están haciendo… y provocándonos las mismas emociones: de la dicha inicial al horror medio, y de la desesperación del último cuarto a la paz final.

La pirueta hace tiempo que se nos ha ido de las manos y nos hemos encontrado también desbaratando los pilares del budismo y la cuestión kármica. Que sólo somos capaces de lo peor y que estamos irremediablemente conectados al ciclo de sufrimiento sin fin llamado dukkha. Que a causa de los deseos frustrados y la insatisfacción del ego todos los seres que experimentamos la emoción giramos en una espiral de concepción, muerte y renacimiento. Nosotros, o más bien nuestra conciencia, estamos atrapados para siempre en esta rueda hasta que la acumulación de nuestro karma termine el ciclo sus consecuencias.

Esa fatalística, falsamente neutra, visión del budismo hacia el mundo que es la misma que profesa el indolente Kyubey se encuentra enfrentada a la de unas pequeñas protolingüistas con épica y gran corazón que saben cuestionar y erosionar la idea de que a los humanos nos perseguirá la desgracia cuando aparezca la egoísta desesperación. El camino no será el mismo para todas (de hecho, explicando en cada una de ellas ciertas posturas humanas a modo de arquetipos) y el Nirvana sigue siendo un club apto sólo para unos pocos, pero con que una pueda mantener la ilusión bastaría para salvar a la humanidad. Con el amor que todo lo que crea hemos topado y es que, aunque el Yin y el Yan parecen compensarse y reformularse, el final de la tercera película el final deja un regusto a promesas de futuras rectificaciones. Y podríamos seguir así páginas y páginas, pero dejémoslo en que simplemente han fundado una nueva religión.

Para entender Madoka también hay que pensar en su sentido de la comunidad. Ésta se refleja en la serie de una manera elegante, sutil, pero contundente. La relación entre Madoka y su familia, aunque apacible, es mostrada apenas en cuatro o cinco escenas clave de la historia, y será la única familia de las protagonistas que veremos. Es a medida que notamos la falta de redes de apoyo en el resto de personajes, de cómo ya no hablamos de catástrofes fatales o familias desestructuradas sino pura negligencia social al encontrarnos con niñas que se han criado solas o cuyos padres les han dado la espalda hace tiempo cuando empezamos a comprender el núcleo del razonamiento de estas chicas mágicas. Pero no son sólo ellas, la corrupción moral parece haber llegado a un extremo sin remedio en esta ciudad futurista de gigantes edificios, siempre a fondo de plano, con transeúntes desconectados y ciudadanos incomunicados. De una escuela restañada, cafeterías vacías, parques y centros comerciales esterilizados, y preciosas sillas de diseño que se acumulan sin gente que se siente en ellas. Esas habitaciones siempre excesivamente enormes, casi como palacios, esos paseos siempre nocturnos de las protagonistas donde nadie parece preguntarse qué hacen fuera de casa y, lo más importante de todo, unos padres ausentes cuando las chicas desaparecen por días nos descubren que la escenografía no era una casualidad o un acierto estético, es un mensaje de aspecto corpóreo, más bien somático.

También nos lanzan el mensaje ambiguo: ¿es este un entorno ideal, sin peligros, para que la chicas puedan desarrollar su identidad y disfrutar de su independencia? ¿O es un plano de irresponsabilidad en el que no sabemos en qué momento un acto terrible puede ser cometido contra ellas? La forma en la que estas jóvenes sobreviven y comprenden su obligación para con su entorno nos recuerda sin remedio a la Paprika de Satoshi Kon, que como vemos en el video anterior se comunica con la ciudad en una danza maternal, una chica que, dentro de su insularidad hace todo lo posible por auxiliar a quienes no la entienden. Pero la respuesta más pausible en realidad la encontramos en la única escena (en cuatro horas de metraje una única interacción con el resto de personas) en la que vemos a una de las chicas establecer contacto voluntariamente (rompiendo la barrera) con otros ciudadanos, que charlaban tranquilamente, ajenos al resto del vagón, sobre cómo abusar física y emocionalmente de la novia de uno de ellos. Los valores no han cambiado, y todo ese aislamiento, ese ignorarnos los unos a los otros no nos ha alejado de la cuestión de responsabilidad colectiva. Es el único momento de misoginia directa lo que hace que Sayaka sobrepase los límites.

No, este mundo que nos han dejado (líderes a los que no conocemos) puede que sea inmortal pero no es mejor. Nos quedan motivos para seguir luchando, pero sin amistad y compañerismo no hay amor, aquí fin último de todas sus protagonistas, (eso sí, importante, sólo una de ellas perseguirá este objetivo de una manera sincera y auténtica). Precisamente el gato Kyubey, inteligencia superior que no es de este plano y que carece de empatía, insiste en que la forma de vivir de sus protagonistas (recordemos, todas femeninas) es irracional y desbaratada, pero a pesar de que los creadores nos muestran esta postura antagonista, no evita que descubramos al final que la cuestión sentimental puede convertirse en una meta válida para la vida. Se nos demuestra, a lo largo de los capítulos, la tamaña sorpresa que es para Kyubey la forma que tienen sus personajes de presionar los límites del afecto, mientras nosotros podemos comprender la profundidad de esta cualidad de las chicas de amarse como motor de vida. De hecho, la serie hace esto mediante inteligentes y elegantes parábolas que exploran y analizan las dinámicas de acercamiento emocional de las heroínas, exponiendo los riesgos y posibles equivocaciones contra las que unas adolescentes criaturas en las etapas más básicas de su crecimiento, aún sin veteranía, pueden tropezarse, y les advierte de que hay que cultivar una educación sentimental para hacer de este un mundo mejor. No caer en las múltiples máscaras del egoísmo y la animosidad rencorosa y abrazar sin más la sororidad. Es, como todo serial dramático enfocado a un público eminentemente femenino (sí, lo telenovelesco), un atlas de los múltiples caminos de la inteligencia emocional y de las relaciones tóxicas, pero uno que sabe valorar sus rasgos positivos y conectarlo con unas imágenes que nos servirán de valiosa lección. Al permitir a estas niñas independientes pero niñas al fin y al cabo hablar de unos temas tan importantes y que las atañen tantísimo en lo que será su vida en el futuro (ya se sabe, lo emocional es lo propio de la mujer) y, sobre todo, hablar desde la elección personal, desde sus errores y aciertos, es decir, desde su libertad… se las empodera. Escribe Charles Dickens Oliver Twist y es una genialidad de obligada lectura en los institutos. Lo hace Truffaut con Los 400 Golpes y revoluciona el cine. Y todavía dejaréis pasar este anime.

Que sea Mami, el personaje de figura más exuberante y comportamiento adulto (y hasta cierto punto erótico) el primero en morir no es casualidad. Esta forma de, al tercer episodio, decir que no sólo no puedes encariñarte con los personajes, sino que sus cuerpos no están exclusivamente para disfrute del espectador, hace que también nos veamos obligados a prestarle atención al amor que se profesan las chicas entre sí. A lo largo de la serie veremos ciertos tonos de yuri, una danza constante entre el eros, el ágape y el ideal platónico. De referencias a Utena junto con candorosas escenas de pura amistad que nos hacen plantearnos el trasfondo de las relaciones de algunas parejas de chicas y, sobre todo, el valor que éstas tienen para el ojo del espectador. Sí, ésta serie gira principalmente en torno a la desesperada necesidad de poner a otros antes que a ti mismo, y esto se construye a base de acumular un deseo puramente desinteresado de esperanza y una catárquica, agridulce resolución con respecto a tu relación con aquellos a quién ames. Un planteamiento largamente empleado por la ficción para hablar del amor romántico faustiano, como parece ser el caso, pero también por esos shojos de sororidad inocente sin moe (Fruits Basket, Sailor Moon, NANA). De nuevo, volvemos a la cuestión de que sea un anime dirigido y escrito por hombres y cuyo reparto y cuota de pantalla esté dominada por completo por figuras femeninas.

Sin embargo, esa mirada masculina se va deteriorando, va perdiendo fuerza a pesar de mantener su objetivización mediante la construcción de los planos y el vestuario de las chicas. A medida que te sumerges en las imágenes sus cuerpos pasan de fetichizados a totémicos y sus relaciones de agradables accesorios a unos vínculos definitorios. Deja de tener importancia si estas chicas tienen deseos sexuales hacia sus compañeras. Cualquiera podrá interpretar sus correspondencias como quiera, el resultado será el mismo: el amor, por encima de todas las cosas.

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