World Map Room: Chucka chuck chucka (ó perdido en la traducción)

enero 21, 2015

Dice la Wikipedia que “el idioma japonés es posiblemente la lengua más rica en onomatopeyas, ya que éstas se encuentran incorporadas en el habla cotidiana y son utilizadas tanto para describir sonidos como figuras o para enriquecer acciones. Existen así, por ejemplo, alrededor de diecisiete onomatopeyas para describir el acto de caminar, permitiendo discernir entre pequeños pasos de bebé, un paso acelerado o un caminar arrastrando los pies”. Así de evidente: la onomatopeya, el recurso expresivo favorito de Yuichi Yokoyama, es la fuente inagotable perfecta de creación que mezcla la suma de una tradición mangaka con una lingüística física y viva que más que acariciar arremete contra sus personajes (véanlo en la siguiente imagen). Sin embargo, parece que hasta hoy nadie había llevado esta idea tan lejos, tan hacia el futuro, y encima los occidentales no podremos entender la fórmula nunca del todo, lo imprescindible del contenido de sus largas y monótonas frases que a modo de corrientes de fuerza preñan sus viñetas. No podemos entenderlo nunca por esa riqueza de la onomatopeya que nosotros no compartimos en nuestra lengua pero al final algún tipo de sentido le acabamos dando a lo que aparece ante nuestros ojos. “Story lines” deben ser esto, sí.

En este viaje físico y mental de unas criaturas post-humanas que buscan de diferentes medios de transporte mecanizado para mover la acción y llegar al mañana (siempre a una página de distancia, siempre en un horizonte que sobrepasa los límites del artefacto que tenemos entre las manos) y mientras navegamos por encadenamientos de campos significantes de lo que es un viaje, el artista filtra sus “momentos de acción”, sus encuadres de dinamismo y tensión pura que evitan que lo que nos está contando parezca lo que es: una historia en la que no sucede nada. En realidad, lo de Yokoyama son lugares comunes, pero sólo en su sentido literal, lo que también lo es en su obra el que “lo importante no es llegar, sino saber disfrutar del viaje”. Se cierra el círculo.


El diálogo subnormal, la onomatopeya como medio de experimentación narrativa (vinculado aquí con el “medio de transporte”) y un sentido del firmamento comunicativo como forastero opresor que con éxtasis detona la comedia irónica (auténtico sabor escondido en sus obras) son las señas de identidad del mangaka Yuichi Yokoyama, que en World Map Room repite su fórmula y sorprende con un mundo de metal tropical ex profeso. Mil y un veces se ha explicado cómo este tesoro nacional nipón pretende explorar los mecanismos gestaltianos y darle un enfoque diferente a esos fenómenos cotidianos que dejaron de fascinarnos (como un ready-made de las situaciones), como pueda ser un viaje en tren o una visita en barco. Lo que sucede en World Map Room, con esas interacciones de sus protagonistas con esta Pangea técnica, militar y muy bella, se siente real como la vida misma, aunque en su atmósfera de bossa nova futurista estés constantemente esperando la interrupción de algún tucán robótico de lineas agudas y mirada enhiesta o de algún salvaje muñeco cartoon que termine por inmolar toda esta tensión y empiece a apuñalar a sus protagonistas rompiendo la cuarta pared y cogiendo alguna de estas onomatopeyas. Las hay bien puntiagudas.

Tenemos un nuevo problema con la traducción. El Ukiyo-e eran los grabados japoneses del período Edo y que traducimos como las “pinturas del mundo flotante”, así que los dibujos de Yokoyama nos parecen una adaptación al lenguaje geométrico y filosófico de este arte (que, pese a ser atemporal, está fuertemente influenciado por la vida moderna que el autor debe ver a través de su ventana), que algo parece tener que ver el que la historia de la humanidad se haya ido adaptando a diferentes valores y a diferentes estéticas, que en otras realidades paralelas podríamos mirar a nuestros semejanes no como tal, sino como aliens o mutantes. Pero seguimos sin poder desentrañarlo del todo. Sólo sabemos con certeza esto: hay un usuario de la linea de trenes de Tokio que encuentra fascinante las vidas imaginarias. Y así nos lo ha hecho experimentar.

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2 Comments

  1. Tim Jones dice:

    Hi, I’m Tim Jones, I wrote the paper you linked to in this post. I can’t speak Spanish, but I read this post in translation. Like you say here, the importance of sounds to Yokoyama’s work is definitely an obstacle to the translation of it; I haven’t read World Map Room but I assume it’s presented in a similar fashion with translations of the sounds printed at the bottom of the page? Yokoyama is really fascinating because, as you’re pointing to here, it feels like the environment is the protagonist of his stories and people are strange faceless mob that alter it in occasionally bizarre, occasionally beautiful ways.

    • Flamenca Stone dice:

      Hi! First of all, great paper that you wrote, congrats. Second, yeah, it’s a pity that we lost the truly meanings behind his onomatopoeias. I have only read Travel, published in spanish, before World Map Room (in english), and I have to say that the spanish version doesn’t have the translations of the sounds at its side like it occurs in the english version. So yes, in World Map Room appears some translations like you said (here an example https://futoiyatsu.files.wordpress.com/2014/06/worldmaproom_aanet.jpg), but not in all cases, and even if we can read the translation we don’t even know how they actually feels for the japanese reader. I’m not sure it’s deliverated but clearly doesn’t detract complexity of the job of the western reader. Have a nice day!

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