Wu-Tang Clan: doing it for the art

septiembre 3, 2014

Wu-Tang Clan, 2010. Foto: Rashid Akrim, NRK P3

Tres noticias sobre el grupo de artistas del hip hop Wu-Tang Clan. La primera es nacional: se confirmaba en 2013 que uno de los platos fuertes del Primavera Sound, la de la baza del tributo a una banda relevante pero poco considerada en España, sería por fin Wu-Tang Clan, que tras veinte años en activo, en conmemoración de su Enter the Wu-Tang (36 Chambers) y con sonadas ausencias entre sus miembros (ni Ol’Dirty Bastard ni Method Man iban a acudir, pero finalmente Raekwon tampoco apareció por el Fòrum) se enfrentaron en aquella pasada edición a unos asistentes receptivos. La segunda noticia, mucho más llamativa, de que Northstar, uno de los artistas afiliados al street gang de los Wu conocido como Killa Beez, se cortó sus partes para inmediatamente después tirarse por la ventana (el chico ha sobrevivido, ya está más o menos sano, ahora va a hacer una peli porno). La tercera, más notable, fue el lanzamiento en marzo del nuevo disco del clan en conjunto, Once Upon A Time in Shaolin. ¿La anécdota? Sólo habría una copia, un único ejemplar de megalujo que incluiría temas trabajados por el grupo durante más de seis años y ocultos hasta ahora. Esas 31 pistas, esos 128 minutos de grabación, se exhibirían en museos a lo largo y ancho del mundo bajo las más estrictas medidas de seguridad, y tras la gira se lanzaría a la venta por el precio inicial de un millón de dólares, llegando a alcanzar finalmente en subasta la cifra de cinco millones.

La reacción de sus fans, por supuesto, no fue nada positiva. La queja que profirieron, como una rendición de cuentas en toda regla, fue la de que, tras dos décadas de fidelidad con el grupo, se consideraban autorizados a demandar un derecho a escuchar el disco (fuera del museo y cuando les apeteciera, se entiende). La postura que defienden los rappers, sin embargo, es que con esta jugada lo que consiguen (al menos simbólicamente) es acercar un paso más al hip hop a ese estatus que tradicionalmente han ostentado durante siglos las Bellas Artes en tiempos previos a esta debacle cultural. Defender el derecho a que los artistas estén comisionados por monarcas y potentados aristócratas. “Fíjate en la era renacentista”, diría Cilvaringz en una entrevista, “mira a Beethoven, a Bach, a Mozart. Se los equipara con Rembrandt y Van Gogh, pero aquellos músicos, que en realidad no se diferencian tanto entre ellos, son vistos como grandes maestros, artistas geniales de su época. A los músicos de hoy en día, sin embargo, no se les valora su propio trabajo. No se valoran a sí mismos en primer lugar, y muchísimo menos lo hace el mercado”.

La relación entre mercado y cultura, entre política y estatus ha estado siempre en tensión, y la conversación, desde luego, no está fuera de lugar si hablamos del valor del músico de hoy y su supervivencia. Así opinaba RZA: “desde Wu-Tang Clan llevamos años propugnando que la música actual es arte. Y sin embargo, no recibe el mismo trato que el arte, en el sentido del valor de lo que es, especialmente hoy en día cuando se ha devaluado y disminuido hasta casi el punto de que se ha de dar de forma gratuita” y algo de gracia tiene que la reacción primera de sus fans haya sido la de indignarse y reclamar “lo que es suyo”. De hecho, dos grupos distintos de fans se organizaron de forma sincrónica y vía Kickstarter para conseguir entre todos el dinero necesario para comprar el famoso disco. Pero mientras que para un grupo la finalidad era la de ganar la puja para poder difundir después el disco de manera gratuita el otro Kickstarter quería conseguir esa única copia para destruirla de una festival y salvaje manera (haciendo ellos mismos otra obra de arte derivada), y que nadie, ni los que se iban a encargar de comprarlo, lo escuchasen jamás. En ambos casos, tanto la del amor como la del odio, la propuesta nace del descontento, de la ofensa del grupo, y de la creencia, como ellos mismos dicen, de que “el arte debería ser un bien público compartido al mundo” donde colocan a los artistas en una posición de mera correa de transfusión, de mensajeros de  lo que idean gracias a un talento que se ve más como un mandato divino puesto ahí para ejecutar esa misión de función pública de obligado cumplimiento. Por supuesto, ninguno de los dos proyectos recaudó el dinero necesario, ni se le quedaron cerca. No se sabe quién se llevó al final el Once Upon a Time In Shaolin, pero como apuntan dolidos uno de estos dos grupos, probablemente “algún hijo de un multimillonario, gastándose el dinero de papá para guardarlo como trofeo en su mansión mientras los fans del mundo sufrimos”. Si es lícita alguna o ambas de las posturas, la de los creadores o la de los consumidores, eso es mucho más difícil de determinar.

Lo que sí es seguro es que Wu Tang-Clan supuso un antes y un después para la música hip hop, siendo considerados a día de hoy unos de los grupos musicales más influyentes si no de la historia sí al menos de los años 90, y que hay que entender quienes fueron para saber cuál es la importancia real de este nuevo statement del grupo. Así que retrotraigámonos por un momento al período en el que nació el grupo, acerquémonos a tener una mayor comprensión de lo que ha trascendido del fenómeno Wu. ¿Mi consejo? Ve dándole al play a este álbum, ve entrando en 36 Chambers:

I grew up on the crime side, the New York Times side
Staying alive was no jive
Had secondhands, Mom’s bounced on old man
So then we moved to Shaolin land

Estamos en la Norteamérica de 1992. Los demócratas llegan a la Casa Blanca poco después de que Reagan haya estado impartiendo neoliberalismo por la nación. La escena hip hop cuenta, desde hace menos de un año, con un inesperado cambio de paradigma gracias a la irrupción de Dr. Dre, su The Chronic y un novedoso sonido G-Funk que va calando en la costa oeste, cambiando el peso geográfico entre las costas del universo del hip hop, tradicionalmente organizado en torno a la arrolladora preponderancia de la escena neoyorquina. Eres un chico de la costa este, del estado de Nueva York, de la zona de Staten Island, en mitad del gueto. El país está sumido de pleno en una recesión gracias al affaire de la Guerra del Golfo y los trabajos de la zona, mayormente enfocados a la construcción como la del puente de NY, son precarios y escasos. En un país donde la cuestión racial no ha crecido prácticamente nada desde la Ley por los Derechos Civiles de 1964 te encuentras con que el día a día que vives tú y los tuyos es una constante de trabajos exhaustos, violencia y abuso de la droga. Es en ese contexto llega una válvula de escape. Una canción llamada Protect Ya Neck, una extraña canción protesta sobre las bases de la industria discográfica y la opresión racista, de tono hardcore hip hop como el de antes pero apenas sin coros y con un sonido que claramente traía algo nuevo mientras, además, participan nada menos que ocho MCs en sus letras. Esta canción, que llega de improvisto, crea tanto ruido e interés que se reedita a través del sello Lou Records, y vende nada menos que 10.000 copias, nada mal para ser un single. Todos los chavales del barrio se saben las letras de la canción, de principio a fin. Y es que como dice uno de ellos en una pieza recogida en aquel momento en el documental Wu: The story of the Wu-Tang Clan: “Doomdays are comming back, yo”.

En garde, I’ll let you try my Wu Tang style

M.E.T.H.O.D. Man, la canción que traía el B-Side de este single empezó a ser pinchada a todas horas en Hot 97, la emisora neoyorquina que desde hacía poco se estaba encargando del hip hop que se cocinaba en el subsuelo de la ciudad. Un poco más tarde llegarían los videoclips. En el programa Rap City and Video Music Box de BET ves M.E.T.H.O.D. Man, ves Da Mystery Of Chessboxin’.  Salen meneándose nueve tipos que claramente han leído demasiados cómics y han visto demasiadas películas de artes marciales mientras no dejan de ser unos tipos con los pies calados hasta lo más hondo en la calle (de hecho, para por aquel entonces algunos de los integrantes ya habían pasado por la cárcel y se rumoreaba que al menos uno de ellos había pasado tiempo en ella mientras se grababa el disco). Dicen que son un clan Shaolin y van vestidos de ninjas en un escenario que simula ser un tablero de ajedrez, con la capucha subida, y están pegándose espadazos mientras sueltan unas letras de innegable calidad, con indiscutible flow, y slang como para parar un tren (en este artículo los llaman “la generación del 27 del hip hop, la más portentosa en el uso del vocabulario”). Entonces te compras el disco, Enter the Wu-Tang (36 Chambers), descubres C.R.E.A.M, descubres Wu-Tang Clan Ain’t Nuthin’ to Fuck With y todos los demás temas que pasarán casi sin excepción posteriormente a formar parte de la historia del hip hop. Con ese estilo agresivo, lo que tienes en las manos es un himno de autodefensa que ha sabido recoger los sonidos que se estaban creando en el underground, en los barrios, y ha elaborado una pieza directa y confrontativa, una obra que despierta potentes sentimientos en quienes se ven representados por el estilo de vida que transmite su letra. Eres ese chaval del que hablábamos al principio, en el ojo del huracán, y lo flipas. And it just got cooler and cooler.

36 Chambers no era una referencia que saliese, por cierto, de ninguna parte. Como ya hemos dicho, los Wu eran unos apasionados espectadores de películas de artes marciales, y el título del álbum es un homenaje a la película de género wuxia de 1976 llamada Las 36 cámaras de Shaolin en la que su protagonista, con el pretexto de una venganza y pasando por cada una de las 35 cámaras, iría aprendiendo distintas facetas del estilo kung fu (entrenamiento de muñeca, entrenamiento de codos, etc.) hasta llegar él a superar todas las pruebas y convertirse en maestro que ha dominado la disciplina para crear una nueva y última cámara, la número 36 con la intención de llevarle este arte combativo a los habitantes de su pueblo y que pudiesen así defenderse de las amenazas y echar a los tiranos de sus tierras (idea, por cierto, basada en hechos reales, puesto que históricamente en el templo mongol el aprendizaje de este arte marcial estaba reservada a los monjes Shaolin). Y así mientras el protagonista se pasa la película perfeccionando las técnicas más vistosas y escenas de lucha de hiperdinámicas coreografías (curiosamente muy armónicas y rítmicas, casi musicales, como dirían en más de una ocasión los Wu) también tendrá que pelear dialécticamente contra los testarudos budistas que protegen estos conocimientos de un posible acceso a él por los miembros del populacho.

A esta poderosa idea y para tocar todos los palos de la ideología Wu-Tang se le unen al menos otros tres referentes: la del amor por el ajedrez, tanto en su vertiente metafórica como en la literal, evidenciada por ejemplo con la creación de la Hip Hop Chest Federation por parte de RZA. Los cómics, de los que se verían ellos influenciados en sus letras por los personajes superheróicos, sobre todo de Marvel, y en el que también producirían ellos después los comic-books de Nine Rings of Wu-Tang. Y, por último la espiritualidad del grupo, que con bases místicas sacadas de la Biblia, de la mitología griega, del budismo y de la holística, sí, pero también con un curioso acercamiento hacia las matemáticas (en especial por la armonía del 9, mucho que ver aquí también con las artes marciales) a raíz del vínculo del clan, primero por parte de GZA y luego por el resto, con la Nación de los Dioses y las Tierras. La NGE, en sus siglas en el original y más conocida como La Nación del Cinco por Ciento es un culto religioso bastante extendido entre los músicos de hip hop de la costa este (Nas, Big Daddy Kane, Busta Rhymes o Mobb Deep, entre otros) fundada en Harlem en 1964 por un hombre llamado Clarence 13X, que exponía su Filosofía de las Supremas Matemáticas en 120 lecciones, que te anima a buscar a Dios no en elementos externos sino dentro de ti mismo y que incluye en su compendio de conocimientos ideas como que “el Hombre Original es el Asiático Hombre Negro, el Creador supremo, el Propietario, la Crema del Planeta Tierra, el Padre de la Civilización, y Dios del Universo”. Así, mientras algunos ven a esta organización como un compendio de disparates que justifican un mensaje racista que busca la supremacía negra frente a la blanca otros consideran que esta confluencia de diversas ideologías tiene más en el fondo la difusión de un mensaje de apoyo por la autosuficiencia entre los negros mediante la vía de la cooperación.

You must think first before you move

La irrupción del 36 Chambers de Wu-Tang Clan también tuvo otro nivel de importancia más profundo incluso que el que tuvo a nivel local, y es que el propio sonido del hip hop se hallaba en aquel momento en un punto muy delicado de su historia. Aunque la costa este siempre es la que había llevado la voz cantante en el género desde hacía más o menos un año se había creado una G-Funkmanía nacida en California, que estaba cambiando el esquema del sonido del hip hop. Con Dre y su The Chronic a la cabeza, la costa este se encontraba desposeída, hasta que llegaron los neoyorquinos beats de estos chicos y su game-changing que no sólo logró que se reconquistase la hegemonía local, sino que aportaron con este disco algo nuevo también con respecto a la estela tradicional del sonido típicamente asociado a su zona: ya no eran sólo esos armazones de beats boom bap cocinados con bases de inspiración rock y soul y de estribillos pautados que tan bien se habían manejado anteriormente en la zona este (Run-D.M.C., LL Cool J, A Tribe Called Quest o KRS-One, por citar a algunos), sino que ahora pasábamos a un estilo más melódico, más minimalista al tiempo que ecléctico, con samples aún soul y jazz, como es debido, sí, pero también lo-fi con extractos sonoros de las películas favoritas del grupo y registros vocales sampleados de los propios miembros del grupo. Una apertura musical del género engarzada y consolidada en un discurso radicalmente propio de, recordemos, nada menos que nueve MCs que gracias al trabajo de producción que sentó RZA (el cabecilla del grupo y su arquitecto sonoro) poniendo las bases sobre las que se cohesionaban las piezas comunes, equilibrando el peso de cada uno de estos artistas mientras al tiempo los demás miembros también aportan personalidad al sonido final.

El grupo nacía, además, de un fracaso, del descontento de RZA en la época en la que era conocido como Prince Rakeem, como explica en El Manual de los Wu-Tang Clan, cuando en 1991 había sido fichado por Tommy Boy Records para lanzar el EP Ooh I Love You Rakeem, y que por el fiasco que supuso acabó siendo expulsado del sello. En lo que RZA consideró un gesto de desprecio o falta de visión, la compañía fichó tras su salida del estudio a House of Pain, el grupo de Everlast que se convertiría después en La Coka Nostra. En sus propias palabras: “cogieron a un montón de mierda blanca para lanzarla sobre mí”. RZA tampoco fue el único que venía de tener problemas con las discográficas. GZA AKA The Genius, el único del clan que había lanzado un álbum completo, Words from The Genius, antes del proyecto en conjunto, firmó también en 1991 con Cold Chilling Records y fue echado como su primo RZA a patadas del estudio. Y desde esta perspectiva, desde este punto de partida hay que comprender que Wu Tang-Clan no sólo consiguió afianzar exclusivamente la cúspide de un renacimiento del sonido de la costa este en el hip hop, sino que supo capitalizar este background rabioso usando el clásico “la unión hace la fuerza” pero adaptando una estrategia empresarial que aún nadie se había propuesto por aquel entonces: que para mayor éxito de sus miembros lo ideal era lanzar un grupo colaborativo que luego les abriría a participar de jugosas propuestas en solitario y multiplicar los beneficios, hacer para lograr esto una fundación grupal en la que todos meterían aportaciones económicas derivadas de sus discos en solitario para garantizar la supervivencia del grupo y pagar también los gastos que se producirían al trabajar en los discos grupales de los que, a su vez, sacarían beneficios posteriores repartidos a partes iguales. No había nada que perder, triunfaron, y esto les hizo asquerosamente populares y ostentosamente ricos. Tampoco deteniéndose en esto su aportación a la industria del hip hop, en el año 95 sacó el grupo una linea de moda de los Wu, la Wu Wear Clothing Line para la que pusieron tiendas propias, aparte de en otras cadenas de distribución, donde comercializar sus prendas. Y fue otra innovación que devendría en éxito y buena parte de la razón por la que a partir de los 2000 todo rapper de cierto nivel también tiene casi por obligación su propia colección de moda particular. Se podría decir que los Wu descubriendon en el hip hop las múltiples dimensiones del branding. Y de ahí al Wu-Tang Financial y al Shaolin Style Playstation.

Method Man, Raekwon, Ghostface Killah, Ol’ Dirty Bastard, GZA/Genius, Inspectah Deck, Masta Killa, U-God y RZA. Este es el line-up dorado del clan, del grupo del que hemos estado hablando, en el que cada nombre cuenta y cada uno de ellos tiene su propia importancia y trayectoria, y aunque 20 años de historia dan para una discografía muy amplia (y aún mayor número de anécdotas, rencillas internas y curiosidades a cerca de lo que estos artistas han hecho fuera del ámbito musical) de la que no hablaremos en su totalidad (ni mucho menos) sí que hay algunos hitos a destacar sobre otros. Por ponernos en contexto, los discos en solitario de estos músicos se pueden agrupar, más o menos y si no perdemos de vista el proyecto Wu-Tang Clan, en diferentes oleadas entre cada album que irán sacando grupalmente. Así la expansión comenzó en el 94, año en el que mientras RZA se embarcaba en el 6 Feet Deep dentro del grupo reunión con otros MCs (con Prince Paul, Too Poetic y Frukwan) conocido como Gravediggaz, Method Man lanzaba en solitario Tical, disco de oro en el que tanto sus construcciones líricas como la producción enteramente a cargo de RZA harían que este disco se convertiría en un clásico instantáneo del hip hop y la cumbre de la carrera del rapper. En el 95 vendría el importantísimo Return to The 36 Chambers: The Dirty Version de Ol’ Dirty Bastard el miembro más punk pero también más desequilibrado de ellos, con su asombrosa facilidad para la improvisación y también para consumirse en demasía con las drogas. El disco destacaba la capacidad para la rima bizarra del rapper, quien ha dejado tras de sí un expediente lleno de anécdotas en algunos casos hilarantes (hay gente especial y luego está Ol’ Dirty Bastard, que en el año 2000 se escapó de la cárcel de California en la que se encontraba detenido para acudir a la presentación del disco The W, que en ese momento lanzaba su grupo) y en otras bastante turbias. Desgraciadamente Ol’ Dirty murió en el año 2004, en parte y según argumentan los Wu por su estancia el año anterior en la cárcel, el mal tratamiento de la institución hacia su adicción y peor recuperación por parte de sus productores, más preocupados de ponerle a trabajar que de animarle a dejar un tiempo de reenganche, a su salida de la misma. Una pérdida muy llorada por el clan y de la que todavía no se han repuesto.

Luego vino el Liquid Swords de GZA, tal vez el mejor escritor de letras de los Wu (estas cosas siempre son muy discutidas) pero seguro el que ostenta la fórmula particular de una lírica que combina la matemática y el zen de la forma más sobresaliente. También en este periodo apareció el Only Built 4 Cuban Linx de Raekwon y ya para el 96 el Ironman de Ghostface Killah, el más prolífico del grupo en cuanto a discos, a quien varios han etiquetado como el mejor storyteller del mundo del hip hop y que se afianzaba en unas bases soul interesantes. Todos estos álbumes son imperdibles por méritos propios.

El lanzamiento de su segundo LP en el 97, Wu-Tang Forever, en el que además de los habituales aparecieron otros asociados a la factoría Wu como Cappadonna o StreetLife, el grupo se posicionó como disco más vendido y con el single Triumph entre lo más alto de todas las listas de éxitos, a pesar de no ser un álbum tan revelador (a cambio era más accesible) como el primero y de que por aquel entonces las radios estaban dando mayor importancia a lo último de Notorious BIG (quien había muerto recientemente) y Diddy. Tal vez por ese despecho de no ser número uno en el ranking y tras un par de gestos de desprecio a las cadenas por parte de RZA (que apareció diciendo la tremenda boutade “where hip-hop dies, RZA mocked”) fueron baneados de la Summer Jam de Hot 97, y para dar comienzo así a una etapa, entre el 98 y el 2000 con la segunda oleada de discos propios, de mayor decadencia (aunque manteniendo alto el listón) y segregación.

En todos los discos anteriormente citados estaría, además, RZA a cargo de toda la producción, y así se mantendrá hasta el año 98 en el que empezaría a delegar funciones en otros asociados del sello. En el año 98 también se convierte en un clásico el Bobby Digital in Stereo, primer disco verdaderamente en solitario de RZA bajo el pseudónimo de Bobby Digital, alter-ego superheróico con el que trabajaría RZA para lanzar sus proyectos más experimentales. El personaje, toda una excusa para verse a sí mismo como justiciero, coartada con la que hablarle a la juventud de los peligros del abuso de sustancias, de la madurez y altavoz de sus referencias culturales y teorías matemáticas del gusto del músico estuvo cerca de convertirse en algo muy interesante. Según él mismo, durante sus años de mayor adicción a la marihuana se fabricó un auténtico traje de  Bobby Digital, una robusta armadura con la que en su opinión se podía mover ágilmente y que contaba con la capacidad de resistir ráfagas de disparos de fusiles tipo AK-47. El artista comenta que tenía toda la intención de salir con ella a las calles de su ciudad para luchar contra el crimen, pero por desgracia se la terminaron robando. Hubiera sido digno de ver.

Supreme Clientele de Ghostface Killah fue una bomba y Uncontrolled Substance de Inspectah Deck  también fue algo bueno, pero en general esta segunda ola estuvo más marcada por los productos fallidos que por los éxitos (Immobilarity de Raekwon fue un fracaso legendario y para Tical 2000: Judgement Day se esperaba mucho más). Era un momento, tal vez, en el que el grupo estaba más centrado en introducir a los asociados (ahí estaban Killarmy, Sunz of Man o Killah Priest) y hacer caja con los réditos de su merchandising y productos derivados de la franquicia que de crear algo cohesionado, pero no debemos ovlidar que la estela de los Wu es alargada. Fue entonces cuando empezaron a surgir otros proyectos interesantes al margen de la marca, como por ejemplo las colaboraciones de RZA con la industria del cine.

You Can’t Spell Kung fu without F and U

El más reconocible de los miembros del Wu-Tang Clan ya hizo su aparición en el mundo del cine en 1999, haciendo una banda sonora por encargo de Jim Jarmush para su Ghost Dog: El Camino Del Samurai, película en la que, por cierto, también haría un cameo. Después de este trabajo Jarmush volvería a llamarle en 2003 para que apareciese junto a su primo GZA en uno de los episodios de Coffee and Cigarrettes, en el que también sale Bill Murray. En realidad RZA no fue el primero de la crew en moverse al mundo del cine (Method Man ha terminado consolidando su carrera como actor) pero sí tal vez el que acabó mejor posicionado, pues también en 2003 conocería a Quentin Tarantino, quien le pidió componer la banda sonora de Kill Bill vol. 1 y con quien mantendría a partir de entonces una estrecha relación que les vinculará en muchos proyectos conjuntos. RZA trabajará después de esto como actor para películas como American Gangster, Salidos de Cuentas o G.I. Joe: La venganza; e igualmente como compositor de bandas sonoras (Blade: Trinity, Afro Samurai, algunas cosas en Kill Bill vol. 2) pero en el culmen de su carrera fílmica le llegará con El Hombre de Los Puños de Hierro.

These things just took over me
Just took over my whole body
So I can’t even see no more
I’m calling my Black woman a bitch
I’m calling my peoples all kinds of thing that they not
I’m lost brother, can you help me
Can you help me brother, please

El hombre de Los Puños de Hierro es, como película, un escandaloso despropósito. Un continuo over the top que quedándose entre el pastiche y la parodia se revela puro amor al grindhouse y descarado tributo a aquellos clásicos filmes de kung fu de los Shaw Brothers que envían de vuelta a RZA a su infancia. Una película con tan poco acierto en la dirección o en el guión (Eli Roth también firmaba el manuscrito) que sólo puedes disfrutar del juego interno que se debieron traer Russell Crowe, Lucy Liu, Gordon Liu (el protagonista de Las 36 cámaras de Shaolin, con lo que ello implica), el mismo RZA en el papel de protagonista y el resto de secundarios, todos ellos también muy significativos (Pam Grier, Kuan Tai Chen o Jon T. Benn entre otros) en este camelo de wuxia. Una película que, en fin, para el espectador ajeno a lo que promulga el clan, sortea toda la posible épica para acabar vistiendo y sin querer un altísimo nivel de jocosidad. Pero para los fieles sí es otra cuestión. Al igual que RZA detectó la musicalidad de los filmes de los Shaw Brothers, en especial y como hemos hablado de Las 36 Cámaras de Shaolin, él introdujo los efectos de sonido en 36 Chambers para dotar de peso y conformidad a la identidad Wu-Tang. Como se recoge en el libro RZA’s Edge: The RZA’s Guide to Kung Fu Film sobre el porqué de las partes dialogadas en Enter the Wu-Tang diría el artista lo siguiente: “Mi sueño era crear una película de una hora en la que la gente sólo fuera a escuchar. Ellos oirían mi película y la verían en sus mentes. Por ejemplo, he leído cómics como los que, con efectos sonoros y voces de kung fu que creaba en mi cabeza, se hacían mucho más emocionantes, así que en el disco intenté crear la música de esta misma forma”. Y de ahí a tener mayor fama y dinero y poder permitirse El Hombre de Los Puños de Hierro sólo hay un paso.

Pero no sólo queda esto aquí. Tan importante es la dimensión musical como de declaración política. El Hombre de Los Puños de Hierro, al igual que el resto de obras de la factoría, está marcada por la hibridación entre lo local y lo global, entre la unión en la lucha por los oprimidos para apropiarse de la cultura popular y así cambiar las tornas o las dinámicas de dónde se suelen colocar a las personas según su género o su raza. La unión de los pueblos nos arma contra lo hegemónico. Hay, como vemos también en la obra de Tarantino (por cierto, que El Hombre… tiene bastantes puntos de encuentro con su Django Desencadenado), una preocupación por la cuestión feminista, encarnado aquí en el personaje de Lucy Liu y su venganza sangrienta por la vía del reclamo sexual, pero también un empoderamiento del hombre negro representado por él mismo, y también de otras razas personificadas por el resto de personajes. El “underdog” u hombre humilde prototípico de los filmes de kung fu representaba una narrativa bastante atractiva para los afroamericanos, por las connotaciones de lucha contra la nobleza en orden de salvaguardar lo virtuoso mientras recuperan lo que les es propio. De ahí probablemente se explique, al menos en parte, ese vínculo en la visión conjunta con Tarantino, quien también habla de estas cuestiones en sus películas, a menudo haciéndolas explotar en su identidad dentro de los géneros cinematográficos, como perfecto interruptor de convenciones que es el cineasta (en particular, ya que son a menudo auto-referencial), pero el retrato que RZA hace de su personaje en la película, como ser consciente y altamente incomodado por el estatus quo, refleja la narrativa que RZA ha construido sobre su propia viday  le confiere, en mi opinión, un mayor rango de potestad para que valoremos su mensaje que aquel promulgado por personas como Tarantino, quienes aunque amen muchísimo la cultura negra o la de las mujeres siempre lo contarán, digamos, desde otro lugar.

Wu-Tang is here forever, motherfuckers

Un grupo que dio el pistoletazo de salida a las letras que arrancaban del tronco de su género la fanfarronería y la fantasía ególatra y lo cambiaban por la ansiedad moderna y el conflicto social propios de los 2000. Que también se valió de la disciplina, la fraternidad y la técnica como tres componentes básicos a descifrar en su visión sobre el concepto de las artes marciales en general y del Shaolin en particular y que combinados se convertirían en el concepto musical más completo y sólido en su género desde Public Enemy. Como ya hemos explicado creadores de 36 Chambers, un disco que fue, simple y llanamente, algo nuevo. Una propuesta sonora venida como del más allá que levantó de nuevo los ánimos de los oyentes con esos samples de brutal oscuridad de Bring Da Ruckus, funk ahumado en Shame on a Nigga, la locura creativa de C.R.E.A.M. todos ellos sonidos creados de cero en la mesa de mezclas en un ejercicio de orfebrería creativa que no se puede imitar.

Y por último, un grupo que ha usado su capacidad creativa y también empresarial para ahondar en las posibilidades del recurso pop avant garde. En el documental sobre el clan de 2008 decía RZA: “cuando miras las películas estrella este año y yo estoy en ellas, cuando miras los cómics y también estoy yo, que nunca se habían vendido millones de copias de un comic-book pero eso es lo que ha pasado con Ghostface y piensas en ello… es como si hubiésemos traído de vuelta una cultura pop que ya no existía, que había desaparecido de la vida pública… es algo bastante impresionante”. Y esto es así, a muchas partes de la cultura actual llegaron y siguen llegando los tentáculos del sello Wu. Lo ves cuando escuchas a Kanye West manifestando su amor por el método de creación de RZA y deja clara la gran impronta de su legado en su música, o cuando llama a Ghostface para trabajar juntos en un nuevo proyecto. Es el caso de Drake poniéndole el nombre a una canción suya de Wu-Tang Forever o de Cher colándose en Once Upon A Time in Shaolin. Cuando oyes el remix de Justin Bieber pertrechado por el mismo Yeezus y para el que utiliza beats de Wu-Tang Clan Ain’t Nuthing Ta F’ Wit… o cuando vuelves a ver a el grupo reunido y cohesionado, pese a los problemas habidos entre Raekwon y RZA, en The Daily Show With Jon Stewart para anunciar su nuevo disco, que por cierto, saldrá en noviembre. La elección que hizo el clan en 1998 al lanzar Wu-tang Forever con ese nombre dejaba clara una declaración de principios: Wu-tang no sería otro grupo más, un nombre en la pila de los discos que tengas en tu casa. No, la Factoría Wu representa una elección vital que afectará a tu cuerpo y mente, requerirá de ti tiempo y esfuerzo para comprender todo el fenómeno en su completa dimensión. Puede que esta idea, que funciona más en el fondo como publicidad que como acto artístico, dicha por unos millonarios que hace tiempo que no necesitan reivindicar nada y en un ambiente en el que no es ni la primera ni la última vez que se proclama un statement de este estilo (el caso más reciente concerniendo a Jay Z y Marina Abramovic, pero los casos se cuentan por decenas)… sí mantenga aun así algo interesante que decir de nosotros. Puede que, en unos tiempos de filtraciones, livetuiteos, informaciones instantáneas y escasez de atención decirle a sus fans que, si de verdad buscan saber algo de su música, deberán ir a un museo para escuchar un disco donde se le pondrán mil barreras de protección y, más importante aún, por el precio de la entrada y el esfuerzo físico de moverse hasta un sitio para, ahora sí, vivir la experiencia de escuchar un disco. Wu-Tang Clan no negocian con terroristas, y si entre entre acrobacias turntablistas, letras vibrantes y shaolin skits está su show es tu obligación indagar en él. Perderte en su arte. Y protect ya neck de una vez, motherfucker.

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