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Rusalka: sirena post-soviética, encanto proletario

marzo 26, 2014

Desde Yo soy Sam, pasando por Forrest GumpNapoleon Dynamite, Tideland o Amelie los indadaptados que padecen deficiencias de aprendizaje, esos que son una muestra andante de los fallos del sistema educativo, han servido para hacernos empatizar con la gente especial y evaluar al mismo tiempo nuestras carencias (en contraposición a ellos) a la hora de abordar algunas cuestiones vitales.

El cine de tarados, que nos conmueve e incomoda al mismo tiempo, es ese en que sus protagonistas, emblemáticos y magnéticos, son el Caronte que nos guía al otro mundo, o la vaselina que nos facilita el doloroso proceso para entender que nuestra forma de actuar puede no ser enteramente correcta. Y Rusalka (Mermaid) ejecutará este comando del modo más impecable y doliente que he visto en mucho tiempo.

Rusalka es la segunda obra de la armenia Anna Melikyan, realismo mágico, un argumento embaucador, un guión lacónico y tono de lo más extraño que cuenta la historia de Alisa (espléndida Mariya Shalayeva), una joven rusa de Anapa cuya vida no le ha llevado por donde le hubiese gustado. Quiso ser bailarina, pero su madre, una ruda mujer neo-proletaria nunca creyó en esas tonterías, así que para tenerla entretenida la metió a un coro del barrio.

Cuando por una aflicción en lo existencial (representado en forma de eclipse del fin del mundo) decidió enmudecer, su madre convino que lo mejor sería inscribirla en una escuela para deficientes mentales. Once años más tarde, y debido al incendio de su hogar, se acaban trasladando a Moscú, a prosperar en la vida y un poco también porque, como diría la propia Alisa, “¿Qué hace la gente cuando no tiene ningún sitio a donde ir? ¡Irse a Moscú!”. La burbuja en la que ha vivido en su pueblo costero pinchará ante la crudeza de la capital, que la pisotea sin contemplaciones, y Alisa optará por dejarse arrastrar por la alienada marea humana que la clase baja supone en esta ciudad. Hasta que de pronto aparece un príncipe.

La Sirenita (en su original La pequeña mujer de mar) del danés Hans Christian Andersen es la referencia esencial que Anna Melikya querrá reinterpretar. Si en el cuento La Sirenita vive en un reino subacuático con su padre y con la ausencia de una madre, aquí no tenemos padre, sino madre a la que la protagonista odia y no perdona por haber renunciado al mismo. Tenemos un príncipe, Sasha (el hermoso Evgeniy Tsyganov), cuyo rescate debe ir más allá que en la historia original, ya que no se queda en un hecho puntual (a modo de involuntario tropiezo en la proa del barco), sino que padece tendencias suicidas que le harán arremeter una y otra vez contra su propia vida en cada borrachera (Alisa deberá socorrerlo constantemente).

Al mismo tiempo, sobre el embrujo ocurrirá al revés que en el cuento original: ella ha perdido su voz, pero cuando se encuentra con el príncipe vuelve a ser capaz de hablar. Los compañeros de aventuras de Alisa tampoco serán pequeños animales del mar, sino una mujer sin extremidades inferiores, y la bruja no es una poderosa hidra, sino una hermosa joven con aspecto de modelo que servirá para recordarla que por mucho que se esfuerce en conquistar a su príncipe, no es una mujer como tal, y no pasará de ser una amiga o, más bien, un cándido entretenimiento. El filme, además, se reserva otras hermosas figuras en su recta final.

Esta estrafalaria exégesis de la fábula La sirenita, en un entorno post-soviético y con eje central sobre las relaciones de inadaptación tiene evidentementes paralelismos en lo político con el sufrimiento provocado por la rápida reconversión de una Rusia comunista al más voraz de los capitalismos. Con muchas similitudes con Corre Lola, Corre, Heaven, Piter FM y The stroll y fuera del cine ruso masivo habitual (muy del gusto de las películas de acción explosivas y del melodrama barato) Rusalka es una película que conmovió a la mayoría de críticos y espectadores allá donde se exhibió, y que para aquellos que tuvieron sus reticencias, a pesar de establecer como punto negativo el que pierde velocidad a partir de su segunda mitad (su mayor defecto, efectivamente, será el uso del ritmo), concuerdan con que al final les dejó en un pequeño estado de shock.

Ganó el FIPRESCI en la Berlinale, el premio a la mejor dirección de cine dramático en Sundance y otros tantos premios, casi todos en dirección en diferentes festivales rusos. Incluso se presentó como nominada a los Oscar como mejor película de habla no inglesa (la primera rusa que optaba a este premio) en 2009. Parecía obvio entonces que una película como esta fracasara en taquilla, la cual sólo se estrenó en Rusia y recaudó menos de la décima parte de lo que costó. Al final, Rusalka ha sufrido su propio mensaje: los peces fuera del agua terminarán por ahogarse. Prácticamente inencontrable. Altamente recomendada.

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