Cannes 2015. Día 7: maneras de amar

mayo 22, 2015

No podemos obviar cómo vemos la realidad pero sí podemos elegir cómo contarla, a ésta y también a las historias. Gaspar Noé (que se atreve a firmar su texto en el pressbook para el festival como Gaspar Julio Noé Murphy) nos presenta, seis años después de la monumental Enter the Void, un giro en su filmografía que ha dejado de lado la violencia y vejaciones de su cine para embarcarse a contar la historia, desde su particular prisma, del que fue uno de los momentos más importantes en su vida privada: la relación que mantuvo con una exnovia y en la que, entre otras cosas, se montó un trío que pudo llevarle a la epifanía espiritual como ninguna otra cosa en la vida. Y no es en absoluto la primera vez que Noé nos sumerge en su universo referencial, pero para la ocasión los elementos están tan a la vista (es una historia literal; los protagonistas se llaman Gaspar, Julio, Noé y Murphy –como la ley de Murphy-; hay guiños harto evidentes a sus películas anteriores y a las otras que han creado su bagaje referencial) que casi parece que estamos ante el mismo trolleo argumental que ha sido la campaña de prensa, siempre tan cómodamente agitable cuando se trata de hablar de sexo con el añadido de que ha ofrecido en su promoción lo que podría defenderse como false advertising. Pero no son estos elementos sino los cinematográficos (el guion, la planificación, la en ciertos momentos terrible elección sonora) la que nos dice que no estamos, lamentablemente, ante una gran broma.

Por suerte para nosotros, hace ya tantos años de la sorpresa de su obra anterior que se podría decir que estamos inclinados a aceptar como lo que es a esta obra, mediocre dentro de su filmografía pero notable a fin de cuentas, y en la que no podemos pasar por alto que hay elementos bastante rescatables: los pornográficos. Puede que la prensa cannoise, por las condiciones de anorgasmia en la que se vive durante el festival (al menos en la mayoría de los casos, compartiendo pisos cochambrosos y canijos), haya visto la vertiente porno de la película con mejores ojos y que esto haya nublado nuestro juicio, pero lo cierto es que las fases de intimidad sexual que se establecen entre sus protagonistas (en los que se nos dosifican los episodios de una idealizada relación caduca y emponzoñada) son notables, rozando la excelencia gracias a largas, variadas, tentadoras, básicamente hermosas prácticas de sus protagonistas aunque no lográndola y quedándose a punto de completar lo explícito (no hay vulvas abiertas) pero no entrando al juego claramente más por su cobardía que por razones estéticas o de otro tipo. Es muy hermoso ver cómo se capta una personalidad sexual combinada que puede hacernos empatizar con lo que le ocurre a los cuerpos de sus protagonistas (la magnitud de registros de esos besos). Que se intente camuflar de un tratado sobre el amor, no tanto.

En corto, y aunque no sea exactamente lo mismo, la cuestión de Love podría resumirse a… ¿Qué te interesó de 9 songs? ¿Te interesó en absoluto?

Mucho más extraordinaria es en su conjunto la nueva obra de Jia Zhangke, que aunque sorprendía más a los espectadores en su primera etapa tiene en esta segunda, presumiblemente empezada por su anterior Un Toque de Violencia, sigue haciendo valer sus obras como películas que impactan con fuerza, y para Mountains May Depart vuelve a reimaginar otro discurso netamente político y de pirotecnia (aunque contenida) formal. Es este el melodrama de un triángulo amoroso, tan engañoso en su historia como puedan serlo nuestras previsiones del futuro, tema que se aborda en esta película con un extraño e imaginativo costumbrismo que ataca a China, protagonista principal de la película que adapta su traición interna a los vericuetos de la vida de este mundo que ataca a la memoria, y en último término a la cultura colectiva. Y de una forma muy original, entre cosas, apoyándose en una recreación simbólica del complejo de Edipo entre dos madres y un hijo llamado Dollar.

Un tigre, un león y una grulla. Un avión que irrumpe en escena, un flamante coche rojo que se estrella y un traductor automático del inglés al cantonés para chinos olvidadizos que estudian la historia de los nombres y las canciones. Una semiótica muy física, como sus tres protagonistas (cada uno de estos nueve elementos con sus propios significantes, no necesariamente relacionados), que irrumpen como lo hacen sus tres historias lineales, convencionales y diferentes como lo son sus formatos para recordarnos que el estilo del director es el de crear textos que requieren de una atención perceptiva y que a pesar de su inherente belleza, diversión y emotivas historias se deben descifrar, probablemente mejor con un segundo visionado.

“Sólo nos quedará la esperanza de mirar atrás en el tiempo, y recordar con añoranza el pasado deseando que se produzca el esperado eterno retorno”. Este es el triunfo de ellos, el de que, en el principio de nuestra vida, nos hicieron bailar ideología, y que terminaremos décadas después viéndonos en la terrible situación de sentir nostalgia de aquellos tiempos pretéritos en los que sin conocimiento aprendíamos a ejecutar sus órdenes. Pero este ya no es el ahora.

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